Era sólo un pálpito, una sospecha sin algo que pudiera sostenerla.

Fue mi aventura...

No atravesé el mundo ni descubrí uno nuevo. No llegué a otras dimensiones a través de un portal apenas visible, no descubrí la autenticidad de las sirenas, pero fue una aventura y tal vez, aunque sé de hace mucho que me fue vetado perder la cordura, caminé por el borde de abismos de peligro de locura.

Qué fácil creo, pudo haber sido para alguien que no estuviera tan clavada al suelo, elevarse e irse hacia el cielo y quedar suspendida con los ojos hacia adentro.

Siempre supe que necesitaba un ancla al suelo, que en la aventura del alma existe un gran riesgo.

Como barco enviado a lo desconocido partieron mis carabelas, sometidas a desvíos y expuestas a terminar como restos bajo el océano.

Perdí la memoria del tiempo y los sucesos, pero atravesé la niebla espesa del olvido y desperté en mi cuarto.

Fue contundente: hay trascendencia y eso ya muchos lo sabían, no hay nada nuevo en ello.

Pero, de este lado no importa que suceda la muerte; aún
así estamos a salvo.

Vivimos para un presente que se cree significante, sin embargo no sabemos de qué hablamos.

Y si bien no lo tenemos asegurado, Sí, señor. Tenemos amigo del otro lado.