La Gran Guerra


“Yo no sé con qué armas se combatirá
en la Tercera Guerra Mundial, pero
la Cuarta será con piedras y palos”
Albert Einstein


Quiero aclarar que me considero un hombre de paz.
En el año 2024 La paz estaba en riesgo en todo el planeta. Hacer la guerra por la paz era un concepto que me asqueaba, era como aceptar que estaba bien violar por amor.

Pero entonces, alguien apretó el botón.
En menos de lo que se tarda en decirlo, otra decena de botones se apretaban al mismo tiempo, miles de misiles volaban por el cielo en todas las direcciones. Silos secretos, barcos, aviones, drones y submarinos de todas las nacionalidades… todos descargaron todas sus armas.
Bases militares, puertos, capitales de países, sedes de gobierno, grandes ciudades, todas fueron los blancos fijados. Los sistemas de defensa simplemente no dieron abasto y se agotaron.
Al día siguiente la estación espacial que giraba alrededor del mundo miraba impávida a todo el hemisferio norte totalmente a oscuras.
En tres horas la mitad de la humanidad había desaparecido.
Ellos fueron los afortunados … la radiación, el envenenamiento del aire, el agua y el escaso alimento disponible, provocó para algunos una muerte más lenta, y para otros una penosa migración mortal de sobrevivientes hacia el hemisferio sur.
La guerra por la paz se convirtió en guerra por la supervivencia, por la vida.
Tomó otros tres años para que desapareciera la otra mitad. Toda la humanidad había desaparecido… o casi toda.
Algunos puntos brillantes en la oscuridad de la noche se observaban desde la estación espacial. Unos pocos en el sur de África, otros pocos en el sur de América y otros más en Oceanía.
Curiosamente o quizás, obviamente, al ser el hombre, el blanco de la guerra permitió que vastas extensiones inhabitadas o sub habitadas sobrevivieran la tragedia.
La asimetría de la catástrofe hemisférica fue notable.
Contrariamente, en el hemisferio sur plantas, arboles, campos sembrados, especies domésticas y salvajes sobrevivieron en mucha mayor proporción que los humanos. Adicionalmente viviendas, granjas, plantas generadoras de energía hidráulica y eólica y pequeñas fabricas quedaron intactas.
El conocimiento tampoco se perdió.
La extinción de la humanidad parecía haberse detenido.
No más de un centenar de comunidades con poblaciones variables de quinientos a diez mil almas eran los nuevos pobladores de la tierra.
El censo actual es de medio millón de habitantes y creciente, cinco años después de la Gran Guerra.






Soy el encargado de comunicaciones de mi comunidad.
Alguna vez de joven, en mi anterior vida, trabajaba en una empresa de comunicaciones.
Hoy me levanto, desayuno con mi esposa y mis hijos y parto hacia la base de la antena de mi pueblo.
Siempre hay módulos que recalibrar.
Felizmente la energía sobra. En el camino saludo a mis vecinos, médicos, albañiles, maestros, plomeros, granjeros.
Los más de doscientos niños de mi comunidad asisten alegres a la escuela.
Luego de la jornada laboral tenemos tiempo para reunirnos, hablar y muchas veces reír.
Nadie quiere hablar de lo que pasó, todos tratamos de mirar hacia adelante.
Hoy estamos en paz, nuestras comunidades florecen sobre los cimientos de lo que fue el trabajo de nuestra casi extinta civilización.
Particularmente soy feliz. A veces antes de dormirme por las noches un recuerdo me incomoda por momentos.
Yo soy el que apretó el primer botón ...
Pero, después de un rato me duermo en paz.