Don Silvano era un hombre humilde, apasionado a su familia, a las flores y a la vida.
Diariamente madrugaba entre 4:00 a.m. y 5:00 a.m. Muy contento se trasladaba a su invernadero a cortar diversas flores para hacer ramos bonitos y económicos, y así llevarlos a vender a lugares aledaños a su municipio.
Era un día miércoles cuando ofrecía sus ramos en un tianguis, de pronto, se encontró con un amigo y después de saludarse, comenzaron a platicar acerca de la falta de la lluvia y lo mucho que afectaba las cosechas y a la floricultura. Después de unos minutos de charla, los amigos inseparables comenzaron a idear cómo podrían ayudar para obtener un buen temporal.
Mientras disfrutaban de un delicioso trozo de quiote de maguey recién horneado, se encontraba al lado de ellos un anciano que escuchaba con mucha atención su interesante plática. Al momento en que estos se despedían, el adulto mayor los detuvo, pues estaba interesado en tan valioso tema. Así que se sentaron por un momento para escucharlo con atención. El sabio viejito los dejó impresionados pues él tenía una magnífica solución al problema. Los tres quedaron de verse al día siguiente para reunir a los payasos y comediantes de la comunidad para explicar la genial idea.
Nunca imaginaron que iniciarían a obtener tan buenos resultados con tanta rapidez, pues con tan solo narrar temas chuscos apoyándose de micrófonos y bocinas con gran potencia, las nubes alcanzaban a escuchar claramente. Ellas se carcajeaban de risa al escuchar tantos chistes y ocurrencias, acto que hacía que comenzara a llover, pero en poco tiempo, estas empezaron a cansarse pues tenían que reír a diario para lograr buenas cosechas.
Así que tuvieron que buscar nuevas estrategias, no pasó más de un mes cuando abrieron “La escuela de la risa” para que, por familia, un integrante tomara un curso incorporado a la S. E. P. y de esta manera cada familia podría contar con su propia nube.
Cada representante de familia tuvo que firmar un contrato en el que se hacía responsable del cuidado y mantenimiento de la nube, y del uso del elemento vital. De esta manera, nunca más carecieron de agua, pero lo más importante fue que la alegría abundó por siempre en familia y en comunidad.