Despierto al son de la alarma persistente,
música llena de duendes, desborda la copa.
El gallo canta su quiquiriquí impaciente,
despierto a la rutina, su eco me sofoca.
Por el transcurrir de días, de meses y de años,
por el dolor agudo que en mi vientre se aloja,
por la dulzura suave del roce de las manos,
abro mis ojos pesados, la tarea es ardua y floja.
El sol, casi imperceptible, deslumbra y alumbra,
muevo un pie resignado, la chancleta arrastrando,
batería en diez por ciento, mi celular y yo, sin energía,
“Papá”, dice la vocecita de mi pequeña, su voz resonando.
¡Estoy despierto, qué alegría!, en mis pensamientos me sumo,
un electrochoque alegre, de mis oídos al cuerpo se distribuye,
y en medio de la rutina, del amanecer y su murmullo.
Sonrío, a pesar de todo, sonrío.
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