A Martha le gustaba que le acariciara el recto con una pluma. Nelson la complacía y la acariciaba suave, ella sentía cosquillas y se excitaba. Ella le pedía después que la acariciara más fuerte. Él le obedecía. Cuando estaba más excitada le rogaba que la penetrara. Él le sacaba la pluma del recto y la depositaba en la boca de Edmundo. Luego la penetraba por la vagina, ella no podía disfrutar el sexo en silencio, gritaba de placer. Los vecinos llamaban a la policía pues creían que le estaba pegando. La policía llegaba y después de tumbar la puerta del apartamento se daban cuenta que sólo estaban haciendo el amor. Después de pedir disculpas se iban. Edmundo seguía con la pluma en la boca, sentía su sabor a tinta y también a caca. Antes que sé la tragara, Nelson la sacó de su boca y la soltó al viento, ante lo cual Edmundo, agarró un lápiz y lo metió en su ano. En ese momento se olvidó de colocarle la tilde al lápiz.