Era tanta la obsesión de Edmundo Rojas R, por los espejos que daba lo que fuera por los antiguos. Se comunicó con anticuarios de diferentes lugares del mundo para que le vendieran uno, pero con esos tres centavos que tenía Edmundo, no podía comprar ni siquiera uno de juguete. Lo poco que ganaba como aseador en una editorial, tenía que pagarlo en llamadas telefónicas de larga distancia. Soñaba con atravesar el espejo como lo atravesaba Alicia. En noches de lluvia se acostaba temprano, no era de esos hombres que disfrutan la lluvia sin importar que se mojen las vestiduras; menos de aquellos que salen con su novia a besarse bajo la lluvia.
Edmundo, era un hombre de casa, salía solo a comprar los alimentos y a su trabajo. Los fines de semana no salía para nada. En el barrio donde vivía era conocido como el ermitaño. Una noche, en sueños atravesó el espejo y llegó a un lugar muy hermoso, nada que ver en el mundo cruel en el que vivía, donde todos se burlaban de él por su gordura y por ser un mitómano empedernido. No sólo le mentía a su madrecita, sino también a sus compañeros de trabajo. Todas las noches atravesaba en sueños el espejo, era tan feliz en ese mundo hermoso que se negaba a regresar, cuando el sueño estaba en su punto más bello, sonaba la alarma que lo despertaba a su trágica realidad. Después de lanzar un hijueputazo se levantaba rápido, desayunaba a la carrera, ni se bañaba siquiera; pues le tenía miedo al agua. De un tiempo a esta parte, Edmundo empezó a confundir el mundo de los sueños con el mundo de la realidad. Fue así como un día que no olvidará jamás, invitó a todos sus compañeros a casa para celebrar su cumpleaños.
Todos acudieron a esta invitación, licor iba, licor venía y Edmundo ya estaba casi que borracho. De un momento a otro empezó a desvariar y a prometer cosas que estaba lejos de cumplir. Sus compañeros se reían al verlo borracho, con los pantalones a punto de caérsele; su panza peluda era lo que más les impresionaba. Cuando se emborrachaba empezaba a babear y a ladrar como si fuera un perro rabioso. Antes que sus compañeros se fueran les dijo que alistaran sus dispositivos móviles, pues tenían que grabar un video donde él mostraría a la humanidad los poderes que había adquirido hacía un tiempo.
Todos colocaron sus dispositivos en la opción de vídeo. Edmundo contaría hasta diez, cuando terminara la cuenta empezarían a grabar. El vídeo fue corto, pues Edmundo corrió diez metros y se estrelló contra el espejo. Inmediatamente lo llevaron al hospital pues el choque le produjo muchas cortaduras. El espejo se quebró en muchas partes.
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