Historia de una piedra
A Papá QEPD 1915-2011
I've seen things you people wouldn't believe.
Attack ships on fire off the shoulder of Orion.
I've watched C-beams glitter in the dark near the Tannhauser Gate...
All those moments will be lost in time, like tears in rain.
Time to die.
He visto cosas que ustedes personas no creerían.
Naves de ataque ardiendo en las afueras del hombro de Orión.
Vi rayos C destellar en la oscuridad cerca del pórtico de Tannhauser…
Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
Es hora de Morir.
Monólogo de Roy al final de la película Bladerunner
Era una mañana de verano del año 1942 cuando el rastreador Py de la Armada Argentina se aproximó a la isla del Cabo de Hornos.
El joven teniente de Fragata a cargo de las comunicaciones del buque ya había avistado antes la isla más austral del continente, pero nunca en una situación tan inusual. El mar del sur habitualmente embravecido los trescientos sesenta y cinco días del año, presentaba ese día un estado totalmente fuera de lo común. Totalmente calmo al menos para los estándares de la zona. Tomando coraje encaró a su Capitán.
- Señor, dadas las condiciones climáticas imperantes solicitó permiso para desembarcar en la isla.
El Rastreador Py, con una dotación de setenta almas, y campañas que duraban medio año, constituía casi una familia flotante. Todos se conocían y, más allá del rigor militar, el trato distaba mucho del existente en las otras armas. Nadie podía huir al destino en un barco. Todos dependen de todos y corren la misma suerte independientemente del rango o jerarquía.
El Capitán consultó el barómetro, miró el horizonte buscando señales de cambio de tiempo y luego dirigiéndose a su suboficial de navegación ordenó:
- Tome rumbo a la isla, y ordene maniobras para fondear. - Luego dirigiéndose a su subalterno dijo:
- teniente, elija un suboficial y un cabo, tome un bote y proceda a desembarcar, tiene noventa minutos. - Y luego agregó sonriendo - ¡Mis saludos a los fantasmas, pero si se demora un minuto más, los abandono con ellos!
La maniobra fue supervisada desde el puente y media hora después, el bote a remo salvaba los trescientos metros que separaban al barco de la costa.
El teniente fue el primero en pisar tierra. Contrario a lo que se supondría, solo caminó unos minutos entre las piedras observado de cerca por el suboficial. Luego se sentó sobre una roca mirando al sur otros minutos y finalmente se incorporó y volvió al bote. Unas nubes comenzaban a formarse en el horizonte. Media hora después el Py levaba anclas. En el bolsillo, el teniente guardaba un tesoro. Una piedra del Cabo de Hornos.
Treinta años después le preguntaba a Papá:
- ¿Pá, que haces con esta piedra negra sobre tu escritorio?
Hacía ya tiempo que me intrigaba, la había tomado, tocado y hasta olido. Me quedé mirándolo, tratando de entender el significado que tenia para el conservar esa tonta piedra.
Papá, entonces ya retirado de la marina, interrumpió su lectura y me contó la historia, y luego, intuyendo mi curiosidad agregó:
- Probablemente para ti no signifique nada. pero trataré de explicarte que significa para mí.
El cabo de Hornos es la isla más austral del continente americano, en realidad, de todos los continentes salvo obviamente la Antártida. Además, El Cabo de Hornos es la división no solo de los dos océanos más grandes del planeta, Pacifico y Atlántico sino también, en ese entonces la frontera entre Argentina y Chile, que, nosotros como marinos argentinos debíamos proteger y patrullar. Pero, si al Cabo de Hornos le faltaran méritos, podemos agregar que el choque de los dos océanos, las corrientes marinas y las tormentas permanentes en la zona hacen a esa región una de las más inhóspitas y agresivas del mundo... y justamente por allí, antes de la apertura del canal de Panamá, los barcos a vela, por siglos tuvieron que navegar, para unir las costas de América y Europa con Asia. Hubo más naufragios allí que en ninguna otra parte del mundo. De hecho, se estima que solo allí ocurrieron más de un cuarto de los naufragios de toda la historia de los barcos a vela de la humanidad.
Los marinos ingleses decían que quien hubiera cruzado el cabo de Hornos adquiría el poder de:
Escupir en contra del viento, Desafiar al diablo, y, el más importante, apoyar sus botas sobre el escritorio del Almirantazgo Británico.
Solo un puñado de hombres habían pisado hasta ese entonces esa isla, yo quise hacerlo y guardar un recuerdo.
Papá interrumpió su monólogo y buscando entre sus papeles me dio a leer un poema marinero llamado "Ghosts of Cape Horn". (Los fantasmas del Cabo de Hornos) y continuó como si nada con su lectura.
Papá murió hace más de doce años con noventa y seis. Por algún motivo la piedra desapareció con él. En realidad, no recuerdo haberla visto desde hacía ya bastante tiempo.
En alguna parte, esa piedra, esa memoria, esté tirada sin que nadie sepa su origen o significado. Era su recuerdo y quizás un poco el mío. Quizás por eso me decido hoy a escribir estas líneas.
Pienso que en definitiva somos eso, recuerdos y memorias, y que cuando morimos ellos desaparecen… como lágrimas en la lluvia.
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