A pesar de tener las orejas de burro y la cumbanba muy grande, se creía el hombre más apuesto de México lindo. Edmundo, siempre vivía en un mundo imaginario del que nunca va a salir. Estaba seguro que todas las mujeres se derretían por él. El solía decir que un hombre hermoso sé verá bello así ande con un saco de papas a la espalda. Era muy exagerado en todo lo que decía; nadie le creía, pues creerle significaba estar más abajo de su nivel de estupidez. Un día hizo una apuesta con Nelson Moreno, uno de sus críticos más atrevidos. Apostaron que al salir de casa, las mujeres caerían de rodillas a sus pies. Su hermosura atraía hasta a las quinceañeras. Apostaron cien mil pesos, el que perdiera, sé callaría para siempre. No volvería ni a mirar al que ganara.
El día señalado llegó; Edmundo, salió como si fuera el rin rin renacuajo, uno de los personajes más simpáticos creados por el cuentista colombiano Rafael Pombo. Edmundo siempre ha sido tan de malas en la vida, que para el colmo de su desilución, sólo salió un perro bóxer, quien al verlo se puso a ladrar como si hubiera visto al diablo, Edmundo corrió para que el animal no lo mordiera, pese a su esfuerzo, el animal lo alcanzó y le arrancó un pedazo de nalga. Solo después de ese día sé dio cuenta que era horroroso. Ahora no sale a la calle, por temor a que los perros se le vengan encima.