El búho lava su pico. Se siente agitado por los recuerdos y no dejará que prevalezca su matemático pensamiento. El ayuno es bueno y se quedará en el sauce; no saldrá de caza, tampoco inflará su abdomen para cantar cuando pase la luna.
Se ha levantado una tormenta en su interior, que agita sus emociones y lo incita al recuerdo. Tiene un tic en la cara que parece risa; al tiempo que exhala un suspiro que se esparce en la quietud de las hojas. Agarrado al grosor de la rama, parece, por su forma, un paréntesis forrado de plumas. Siempre ocupado: armando explicaciones al devenir, por lo que encuentra en la soledad una bendición para ejercer su pensamiento lógico.
Tuvo amores pasados que fueron y vinieron. "Las féminas enturbian la claridad de mis silogismos", se decía después de saciar su apetito corporal. Sin embargo, se enamoró de una que no tenía cursos ni recursos. La conoció cuando volaba por el mangal. Atraído por su canto de flauta barroca, sin pensarlo, dejó que sus alas lo llevaran. Nunca se imaginó que aquella búha le quitase la seguridad de tecolote de mundo, parecía recién emplumado mientras ella disfrutaba de su temblor de principiante. Llegaba a la misma hora y juntos disfrutaron de ratón en su jugo a la luz de la luna. La veía aletear alrededor de él. Hubo momentos que lo hacía sonreír, pero a la larga se hizo insoportable. No estaba hecho para el mimo y el dulce y, un buen día, se alejó del mangal.
Voló hasta la ribera del río y el sauce fue su nuevo hogar. Encontró en el filo de la razón el motivo de su existencia y se convirtió en una máquina lógica y creativa. Hoy, sin saber por qué, la recuerda. Acepta que hay fulgores que el pensamiento jamás puede sustituir.
Las nubes se han apartado. La luz cobriza se enreda con el canto lejano de un grillo. El rumor del agua lo humedece y sacude sus plumas en un aleteo que no va a ninguna parte. Se ha ennegrecido la noche y solo persiste el rumor del arroyo,
Él ya no suspira, ahora risotea. La verdad es que llora; no es saludable para su orgullo que pierda imagen y compostura. Y disfrazando su emoción, canta, alarga el tono y se pierde como lo haría un bandoneón. |