Por convivir en mi niñez con mi bisabuela, oyéndola contar sus historias y disfrutando de su buen humor, ahora puedo imaginar el tamaño de su mundo. Porque deduzco que lo más lejos que estuvo fuera de mi pueblo, fue el lugar por el que fluye el río Boba. De donde bajó a la confluencia de otro río con dos riachuelos: La boca de los ríos. Hasta hacer su rancho en el barrio de Pueblo Nuevo de nuestro San Francisco.
Mientras, que a la hebrea, la conocí en el Basement de una escuela católica, adonde llegó como maestra de primaria. Y hablo de la ciudad de Nueva York y de una chica de origen judío. Con un dominio total del idioma español, inglés y el hebreo. Luego, dialogando con élla, caímos en la interpretación de las primeras líneas del génesis. Diciéndome que ese libro bíblico, cuando sé lee en su lengua original, tiene la connotación de un cuento infantil.
Pero, y volviendo a mi bisabuela, después de largo tiempo, ella le dejó su casa a mi abuela. Mudándose con su marido al Rincón Bellaco. Qué era el espacio entre el río Jaya y la factoría de los Munné. Un conuco que trabajaron ‘a medias’ con los dueños de la citada despulpadora. Hasta que mi llegada y la de mis dos siguientes hermanos, hizo deshacer el trato. Entonces, ambos regresaron a su vieja casa de la Papi Olivier(anterior Independencia). Y yo feliz porque con ella volvieron las leyendas. Las que con tanta gracia narraba como algo local, pero que realmente eran una herencia española: Juan Bobo, Pedro Animal y el temible Pedro el Cruel.
Sin embargo, con ambas pasó, mi bisabuela y la hebrea, que cuando se narra un hecho que no se vivió, hay que hacerlo propio. Porque, tanto los niños que leyeron lo del comienzo del mundo y quién(Yo) sé rindió ante lo contado por su bisabuela, carecían del rigor interpretativo que nace con la lógica. Algo que reluce con lo del diluvio. Un hecho descripto hace seis mil años, donde sé afirma lo de su categoría universal. Pero qué, según la hebrea, lo contradice el hecho de que hace apenas cinco siglos que se supo de América.
Cómo también pasó con la realidad española de casi mil años atrás. Dramatizada por mi bisabuela como algo sucedido en los campos de la provincia Duarte. Y todo en un mundo que para ella, no pasó de los alrededores del San Francisco de los inicios del siglo veinte.
|