El juego de la gallina
Este jueguito también llamado “Chiken” por sus inventores norteamericanos allá por a década del 70, consiste en lanzar dos autos conducidos por sendos pelotudos a alta velocidad y en sentido contrario con rumbo de colisión. La gracia consiste en ver quien se aparta primero, el que lo hace, pierde, y el otro gana, (pero, si ninguno lo hace obviamente pierden los dos).
En realidad, variantes de este juego la han jugado y vienen jugando desde la antigüedad hasta el presente, jefes de tribus, príncipes, reyes, primeros ministros y presidentes… y no con autos sino con naciones.
Básicamente esta versión consiste en mutuas amenazas de un país a otro, a través de sus gobernantes, en una especie de exhibición machista, que Joan Manuel Serrat definiría como “a ver quién la tiene más larga”, donde, en caso de que ninguno se aparte, los choques serían las guerras, (pero, curiosamente en las guerras los conductores nunca mueren).
Desde el debut de la bomba atómica el 6 de agosto de 1945, el jueguito se ha vuelto bastante más peligroso.
El juego de la gallina tuvo un momento de “esplendor” en octubre de 1962, con la crisis de los misiles en cuba. Felizmente ambos conductores (John F. Kennedy y Nikita Kruschev) negociaron apartarse simultáneamente, y la humanidad se salvó de perder unas decenas de millones de vidas humanas (sin considerar todos los otros tipos de vida e impactos ambientales).
Desde entonces y mientras la humanidad discute el sexo de los ángeles, otros, lejos de abandonar el juego, vienen preparando “autos” con la capacidad de destruir unas 7 u 8 veces el planeta (uno diría, ¿para qué tanto, si con una sola vez basta?, ¿no?).
A los viejos “jugadores” (EE. UU. y hoy Rusia) se han sumado Inglaterra, China, Francia, India, Pakistán, Israel, Corea del norte y muy probablemente Irán.
Adicionalmente han inventado armas nucleares “piadosas” que “solo” destruyen una ciudad grande, en comparación con las otras de destrucción masiva.
Es decir que, descartando una guerra nuclear a plena escala, si algún gobernante se pone “loquito” y recurre a estas armas piadosas, puede desaparecer una ciudad como Nueva York…, claro está que, inmediatamente desaparecería otra como Moscú y no sería raro, de que el frenesí de testosterona no parara, hasta que otras ciudades como Londres, Paris, Jerusalén, Pekín, Nueva Delhi, Islamabad, Teherán, Pyongyang y algunas otras más también desaparecieran…
Imposible imaginar los millones de muertes de adultos jóvenes y niños por volatilización, explosión, radiación, contaminación y posteriormente hambre, pestes, migraciones masivas y otras yerbas, mientras la humanidad canta lúgubremente “Va pensiero” de Verdi.
Lo bueno de todo esto, es que estamos en manos de conductores de “vehículos nucleares”, pacíficos, hábiles y conscientes ¿no?
Podemos dormir en paz…
Perdón, hoy estoy “bajón”, no me den bola, ya se me pasará...
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