Dicen que soy un viejo verde, quienes así lo afirman, no son más que gente envidiosa que no tiene la suerte que yo tengo en el amor. Es cierto que soy algo mayor, pero eso no implica que no pueda yo coquetear con mujeres más jóvenes, obsequiarles una flor, echarles un piropo, más si son bonitas, hacer mi luchita. Hay cuatro que me gustan un montón y ninguna me hace el desprecio. Está Arcelia, luego Reyna, también Inés, y finalmente la más joven de las cuatro y la que más me gusta: Ramona. No tiene un nombre muy bonito que digamos, pero ella es preciosa: pelo largo y sedoso, nariz pequeña y grácil, ojos negros de esos que embrujan y los labios, ¡Ay, los labios!, ganas inmensas de besar esa boca.
Mañana que ella cumple años, le voy a confesar todo lo que me gusta. El asilo donde vivimos le va a hacer un pastel. Yo espero que por mis casi ochenta años a cuestas, Ramona no me rechace, pues ella apenas cumple setenta y cuatro.
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