Dolía

Daba la impresión que la cuchara se movía sola desde el pozuelo, hacía una parada en el borde del mismo para dar los dos toquecitos de lugar y subía en un camino incierto hacía mi boca. Al menos a mí me lo parecía. La realidad era que tenía tan poco ánimo y estaba tan deprimida que el simple hecho lo disociaba de mí y lo veía ajeno a mis movimientos. En aquellos días lo único real eran las lágrimas que brotaban a borbotones de mis ojos y eran para mí el único indicio de que seguía viva.
Nunca imaginas que la muerte va a entrar a tu casa hasta que lo hace. Y una vez que lo ha hecho te quedas perpleja. Pues bien, eso sucedió: La muerte nos visitó. "Hola y Adiós". Muy eficaz. Mi esposo falleció mientras dormía de un derrame cerebral severo y rápido, según los médicos. Y para mi significaba que me habían arrancado la mitad de mi alma.
Sigo adelante con su recuerdo pero era una vida estéril. Cerrada ya a escuchar los mismos: "Se te pasara la tristeza", "animo", "Sigue adelante", o mi preferida: "Conocerás a alguien más". Ja! Como si eso fuera posible. Es imposible formar un rio de un charco o un diluvio de una llovizna.
Con todo y todo me esforzaba por salir y hacer mis diligencias. Los domingos recibía la visita de mis hijos, Laura y José. Debería ser el mejor día pero era todo lo contrario. Era un día difícil para mí. Una mezcolanza de sentimientos se metía como un aluvión dentro de mi corazón. Por un lado el amor de mis hijos y por otro el recuerdo de Luis en los ojos de José. El mismo color marrón y forma almendrado. De Laura el mismo cabello. Dolía. Dolía. Dolía. Dolía.
Y dolió hasta el final. El "Eso pasa" Nunca paso
Por aquí. Y los demás buenos deseos se quedaron a mitad de camino. Como mi alegría de vida, que la última vez que la vi fue la última noche que nos despedimos para dormir con un beso. Apagamos las lámparas pero poco sabía yo que también estaba apagando mi vida en ese momento.

Escrito en el 2020