Para cuando despertamos era demasiado tarde, una intensa noche se tramaba en lo alto, nosotros solo pudimos ser espectadores de la caída del telón. Hoy en día no queda mucho más para hacer que voltear a mirar la luna. Perseguirla en sueños, meternos en problemas con los lobos y cultivar las flores que llevan tu nombre. Desde el gran apagón ya solo nos quedan linternas para iluminar los rostros bajo las máscaras de gas que llevamos puestas. Llevamos los mismos pijamas y tenemos las mismas heridas expuestas. No temas llegar de noche, te prometo dejar la puerta abierta. Será un corazón delator quien cuente el secreto a voces que silenciará las palabras más tiernas. Quisiera volver a echar raíces y deshacerme de estas piernas.