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Justilandia


Pido disculpas anticipadas por si mi escrito ofende a alguien
Es solo una obra de ficción distópica.

Es mejor escribir para ti y no tener público
que escribir para el público y no tenerte a ti.
Cyril Connolly



¡Al fin lo habíamos logrado! En mi país, Justilandia, por fin existía la igualdad plena, bueno, o casi…
Fue un proceso difícil y tuvimos que luchar mucho para conseguirlo, pero hoy estamos orgullosos de ser el primer país totalmente igualitario del mundo.
Luego de unas reñidas elecciones nuestro partido “Igualdad” finalmente había triunfado.
Lo primero que nuestro flamante gobierno enfrentó fue la injusticia y desigualdad generada por los ingresos y capital de los habitantes.
Con estupor nos mostró a las claras que en el país había ricos y pobres. Esto claramente era una tremenda desigualdad.
La valiente justicia del país falló contra los humillantes ricos que ofendían obscenamente a los pobres con sus riquezas. El resultado fue el esperado. Los ricos fueron gravemente penalizados. Estos entonces huyeron de Justilandia (no sin antes haber llevado sus riquezas a otros países). Todos festejamos, solo unos pocos quedaron preocupados.
Nuestro gobierno entusiasmado, enfrentó luego la problemática de género, el hombre varón genético fue el primer objetivo.
Los abundantes e injustos casos de acoso y abuso por parte del hombre a la mujer lograron terminarse cuando la bendita justicia de Justilandia invirtió la carga de la prueba.
Ahora las mujeres podían acusar a cualquier hombre y el susodicho tenía que probar fehacientemente su inocencia. Muchos se declararon culpables y otros tantos inocentes, pero, sin prueba de inocencia, tanto los primeros como los segundos compartieron la misma pena.
Muchos habitantes estaban felices, pero muchos otros callaron y se cuidaron de no desafiar la ley, las fuerzas de seguridad buscaban permanentemente a los delincuentes y sofocaban cualquier alboroto.
Muchos hombres abandonaron el país, y, los que finalmente cumplieron sus penas, posteriormente también lo hicieron. No nos importaba, habíamos dado otro gran paso.
Entonces nos llamó la atención el vanidoso empoderamiento de la mujer.
Empezamos a notar ciertas actitudes de ciertas mujeres embarazadas que exigían derechos solo por haber elegido egoístamente ser madres. Pretendían asientos en el transporte público, prioridad en la cola de los supermercados y en la de los bancos. ¡Eso definitivamente no era igualdad!
La justicia falló en contra de las embarazadas y las mismas tuvieron que optar entre irse del país o aceptar su condición igualitaria con el resto. - “¡Egoístas!, ¡nadie les pidió que se embaracen!, ¡si quieren trato igualitario aborten!” – gritábamos en la puerta del palacio de Justicia. Muchas embarazadas se fueron de Justilandia, pero muchas otras callaron y se subordinaron a la nueva normativa.
Casi simultáneamente otro episodio surgió en el ámbito deportivo.
Algunas mujeres resentidas denunciaron ante la justicia de que algunos hombres declarados mujeres ganaban competencias en el deporte femenino (el masculino había quedado prácticamente extinguido desde la partida de muchos hombres genéticamente varones). La justicia esta vez falló en contra de las demandantes diciendo “es la aspiración del gobierno nacional de que todos seamos iguales”. Las mujeres deportistas también abandonaron el país y junto con ellas perdimos el deporte. Muchos estábamos contentos con el resultado, pero muchos otros se llamaron a silencio.
En este punto alguien comentó que la población de Justilandia no solo había bajado significativamente, sino que además experimentaba un crecimiento negativo. El gobierno orgulloso contestó: - No importa, seremos pocos, pero buenos -.
Claramente tuvimos que reconocer que el esfuerzo y pasión del gobierno conformado por sus tres poderes y las fuerzas de seguridad merecían un nivel de bienestar diferenciado por su excelente trabajo.
El siguiente evento se disparó en una universidad. En una discusión científica un alumno abochornó a otro con sus conocimientos. Claramente el primero exhibía una inteligencia superior.
Unos pocos gritaron que era injusto que hubiera inteligentes y tontos.
La justicia falló otra vez como algunos esperaban y los inteligentes abandonaron el país llevando su inteligencia con ellos. Algunos quedaron conformes, los otros solo callaron fingiendo estupidez.
La problemática de la desigualdad en vivienda o vehículos por parte de sus propietarios también fue encarada, no había derecho a que algunos vivieran en grandes mansiones y otros tuvieran que alquilar pequeños departamentos, adicionalmente existían autos de lujo circulando junto son otros viejos y destartalados. El gobierno confisco las grandes propiedades, campos y los autos de lujo, dichos propietarios huyeron del pais. Dichas propiedades, en muchos casos, pasaron merecidamente a ser propiedad de los gobernantes y en unos pocos casos se distribuyeron entre la población.
Todos ahora pagábamos impuestos iguales, comíamos y vivíamos casi y poco a poco la gente empezó a vestirse, hablar y hasta a cortarse el pelo de la misma forma.
Términos como “belleza”, “juventud”, “elegancia”, “esbeltez” y otros similares empezaron a convertirse en palabras prohibidas.
Es verdad que hubo también algunas pequeñas escaramuzas, mucho más complejas como las desigualdades de altura, peso, color de ojos, cabello o piel. El gobierno aquí claudicó esgrimiendo que “lo perfecto se oponía a lo práctico”. No obstante, muchos se sintieron perseguidos y optaron también por irse del país. Nosotros quedamos resignados y frustrados por el fracaso.
Por aquellos tiempos, quien esporádicamente visitaba Justilandia se sorprendía por el silencio, la parquedad de los habitantes y la imposibilidad de mirarlos a los ojos.
A nosotros esto no nos importaba. – si no les gusta nuestro país, que se vayan - decíamos. ¡Nosotros habíamos vencido!
¿Qué nos importa a nosotros que digan que somos una “masa informe, asexuada y sin individualismo”?
Lo importante es que ahora ¡todes nosotres somes iguales!


Epílogo.


Cinco años después, casi toda la población de Justilandia vive en la total indigencia e ignorancia. La única excepción son los gobernantes, jueces y fuerzas de seguridad. Al fin y al cabo, ellos merecen el bienestar obtenido por su lucha contra la desigualdad.

Como decía George Orwell en su libro, Rebelión en la Granja, “todos los “animales” son iguales, pero, algunos “animales” son más iguales que otros…”

Texto agregado el 13-03-2024, y leído por 117 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
14-03-2024 Parece que no eran muy buenas esas políticas de Justilandia, nunca lo fueron. Vientosusurrante
14-03-2024 Me encantó leerte pero debo confesar que esa clase de política... yosoyasi
13-03-2024 jajajaja, me encantó leerte, aunque no me gustaría vivir en Justilandia, cada cosa en su lugar y por cierto, estoy totalmente de acuerdo con Yvette 27, menos mal que es solo un cuento de lo contrario... eso si sería injusto. Saludos. ome
13-03-2024 No sé por qué la palabra justilandia me recuerda a un tal Marks. Crítica algo exagerada, !las pobres embarazadas! Quiero referirme a un punto , la fuga del dinero y de sus poseedores. Los ricos ,muchos de ellos se han convertido en ricos gracias a su inteligencia , La riqueza no es un delito, todo depende de cómo se ha conseguido y en qué se una. Veo en todo el texto una seria denuncia disfrazada de ironía. yvette27
13-03-2024 Ha ha ha luisgerminalmunozsalvador
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