Hoy frente a esa foto de mujer embarazada, llegan las memorias de ese niño guarecido en mi vientre. Fue uno de esos embarazos que te obsequian las noches de jugueteo en la cama con el hombre a quien amas; esposo, compañero, amante. Nos creíamos inmunes a los efectos de las convenciones entre óvulos y espermatozoides. Recibí la sorpresa en la sala del ginecólogo , que preocupado en proveerme métodos anticonceptivos más seguros, me había citado ese día con todos los análisis en mano. - Existen métodos que pueden ayudarte a prevenir efectivamente un embarazo, mi querida paciente, pero debo decirte que no podrás tener acceso a ellos en los próximos nueve meses. Te felicito. Tengo la impresión de que será varón- Escuchar aquellas palabras fueron,contrario a lo que algunos pensarán, la mejor noticia que haya recibido en mi vida. ¡Estaba embarazada! Uno de mis sueños hecho realidad. Ser madre. La búsqueda de contraceptivos no era más que un razonamiento lógico a las circunstancias de aquellos días: Recién casada, poco dinero, sin hogar propio; buscando trabajo. Todo lo olvidé en ese instante cuando el médico con su amplia sonrisa me hacía entrar en mi nueva realidad. Salí del consultorio viviendo la alegría completamente sola. Mi esposo en su oficina. Las emociones se encontraron como remolinos en mi pecho;luces destinadas a alumbrar mi rostro en el transcurso de las próximas horas. Reía, reía y reía, para más tarde, seguir riendo. Algunas lágrimas asomaron para regocijarse conmigo;también el temor, que suele transitar sigiloso en nuestras vidas.
Han transcurrido varios años desde entonces; hoy, al despertar, pasé por la habitación de mi hijo, le apagué el reloj despertador que no cesaba de chillar y privada de tenerlo frente a mí para decirle Feliz Cumpleaños , tuve que conformarme con marcar su número de celular. El día para él había comenzado temprano; escuché su ronca voz contestar y seguido lo felicité; me respondió eufórico que la playa estaba hermosa, que las olas de ocho pies lo esperaban para deslizarse con su tabla; que besos mami,te tengo que dejar; ya nos veremos a la noche; que la torta sea de nueces...¡Eh, muchachos, espérenme! y me dejó colgada con su emoción de olas en el alma. Tantos 12 de octubre han pasado por mi vida con el ajetreo de comprar la torta, los globos, los dulces; confirmar al payaso; el evento de títeres. Recibir a los compañeros de clase, a los vecinitos, a los amigos, los primos, tíos, abuelos...todos disfrutando de la espontaneidad del niño, esperando ansioso los regalos; a sus brincos, a sus juegos, a su trayectoria infantil de felicidad.
Hoy, sin dejar que la nostalgia sea gota en mi alma, no hay preparativos especiales ni ajetreos de fiestas. Hace muchos años me acostumbré a ello. Celebro ahora su cumpleaños imaginándolo sobre una ola gigantesca en alguna playa del Atlántico; con el mismo temor que ronda silencioso en mis espaldas. Intento despacharlo, pero su fuerza es tan poderosa como la pasión de mi hijo por el surfing.
Me parece escuchar su voz cuando insiste en hacerme comprender que para él, deslizarse sobre la ola es una inexplicable sensación que le recorre el espíritu; tal vez como la misma que yo sentí el día que supe de su existencia.
©Vilma Reyes,2004 |