Hace poco me percaté que por una extraña razón, me resisto a terminar ciertas actividades que me han producido agrado realizarlas. El pensamiento de que el final lo dejaré para más tarde se ha vuelto recurrente. Un caso particular son las lecturas de los libros. No las termino porque de hacerlo, las impresiones generadas en ese tiempo concluirían. Veo libros marcados con separadores a diez, veinte páginas antes de terminarlos. La sensación luego de haber acabado un proyecto o una lectura es de vacío. Una nadidad absoluta de la que cuesta reponerse.
Inevitablemente eso también lleva a que esté rodeado de libros de lectura pendiente. Quién sabe si detrás de aquello exista el miedo a la muerte. Pienso que de tener cosas por hacer, la energía vital no se apagará porque siempre habrá algo por concluir.
En mi adolescencia leí una historia gráfica en la revista El Tony o Intervalo, no lo recuerdo bien. En ella se cuenta la historia de un delincuente que huye herido de sus captores. Sin embargo, mientras lo hace, lo sigue un perro que lo observa desde la sombra. Él se pregunta la razón por la que ese animal lo está siguiendo desde hace semanas. Lugar donde este se encontrara, se cruzaba con el rostro feroz del can. El hombre sigue corriendo desangrándose y el perro detrás de él hasta que ya no puede más y cae. Es ahí donde recuerda al animal, este le pertenecía a un sujeto que él asesinó. Cuando agonizaba, le ordenó a su mascota que lo matara. Al percatarse de eso, el asesino corrió para esconderse. Lo que no entendía es que ahora que tiene la oportunidad de matarlo al encontrarse postrado en el suelo, solo se lo queda observando desde lejos.
El narrador de la historia concluye que de hacerlo, el perro no tendría más que hacer porque habría cumplido la última orden de su amo. Mientras lo acechara, él seguiría teniendo un motivo para su existencia.
Un relato interesante y reflexivo. A veces se intenta mantener expectante una experiencia para vivir en ella. De terminarla, el ciclo se acaba y no sabremos si tendremos el mismo tiempo para comenzar otra. La vida consiste en pequeños capítulos inconclusos. La mayoría no son acabados, sino olvidados. Nos deja de parecer importante aquello que antes perseguíamos con pasión. Quién sabe si esa es mi intención, que la experiencia no me abandone, sino yo a ella |