He querido esquivar, lo juro, quise esquivar, pero solo logré cerrar los ojos...
La marea cubrió mi rostro.
La respiración se recostó sobre la eternidad.
Mi corazón… jamás volvió a aquietarse...
La espuma de tus abrazos me envolvió, me elevó.
Soporté hasta lo inexpresable la falta de oxígeno y no pude más…
Te nombré… y por más débil que fuera el sonido que te delataba, penetraste en mí, permitiéndome el ahogo…
Me revolví como negando tu sal en mis poros, en mis pulmones, llenándome.
No pude gritar.
Me hundí.
Estoy ahora en el fondo del océano acompañando tu ir y venir, cual roca carcomida por los deseos.