Toñita y su prima Paula se quieren mucho y son muy unidas. Ambas están felizmente casadas y Paula visita seguido a Toñita, a quien le lleva seguido pequeños regalos. Puede ser una maceta, una planta, una cazuela, algún utensilio de cocina o quizá otro detalle más. Toñita siempre le agradece sus continuos obsequios y trata de corresponder como es debido, a tanta amabilidad de su prima. Así que de vez en cuando y si es que puede, también le da esporádicos regalos.
Lo que no le agrada a Toñita a pesar de tanto cariño y amabilidad por parte de su prima Paula, es que ella sin avisar, sin decir agua va, se deja llegar hasta su casa sin saber si ella tiene otros compromisos u obligaciones, o si tiene necesidad de salir o descansar tirándose de panza en la cama o el sofá de su sala. Toñita entonces se ve obligada a recibir la intempestiva visita y apurarse a guisar o comprar algo para ofrecerle de comer.
Toñita siempre la recibe con gusto, con una sonrisa en la boca y le acaba ganando el cariño que siente por su prima, pero allá muy adentro le queda la espinita de que Paula está disponiendo de su tiempo, ya sea porque necesita realizar algunas actividades o solo descansar. Y piensa, con justa razón, que ella de pronto también se puede dejar ir a la casa de Paula sin avisarle, así como ella lo hace. Lo malo es que Toñita siempre le avisa de sus intenciones de visita y su prima le pone infinidad de pretextos para que eso no suceda, puede ser que tiene cita con el médico, que se siente mal o está cansada, que necesita salir a realizar trámites, pero nunca para decirle que la espera en casa sin ningún problema.
A pesar de esto el cariño no mengua y ambas se siguen llevando de la mejor manera. Sin embargo, a Toñita le queda por ahí cierto rescoldo de molestia, cada vez que Paula le lleva regalitos, porque pareciera que todo lo que le da, son cosas que su prima ya no usa o que, de plano, le estorban en su casa.
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