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Inicio / Cuenteros Locales / AnthonyGeuve / Anne y Lestat (¿Cuento?)

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Anne fue siempre una niña muy solitaria. Su vida nunca fue un camino de rosas. Su infancia, el colegio, jamás tuvo el amor y ternura que necesitaba. Perdió a su madre, alcohólica, a los catorce años; su padre, poco afectuoso, volvió a casarse al poco tiempo. En 1972, a los 31 años, falleció su hija de seis añitos, víctima de leucemia...

Anne subió al alféizar de la ventana y tomó impulso para saltar pero algo la detuvo. Unos dedos fuertes la tomaron por la cintura y la depositaron en el suelo. Asombrada, miró a su salvador. Vio un rostro duro, unos ojos fríos y una cara cubierta de pequeñas líneas que denotaban soledad y desencanto. Completaba su oscuro atuendo con una capa negra que le daba una apariencia sobrecogedora.

- ¿Quién eres?

- Soy Lestat



Anthony olfateó en el pasado y la vió acercarse a la ventana. Mientras acudía en su ayuda, proyectó una emisión holográfica de alta intensidad y se desprendió de su envoltura corporal, lo que le permitió avanzar a una centésima de la velocidad de la luz y llegar al pequeño pueblecito de Texas a tiempo de evitar el suicidio.

Miró su pálido y sufrido rostro, sus ojos asustados en una cara de extrema delgadez. Posó una mano en su frente y recompuso el esquema mental de la muchacha, estudiando su composición y reparando parte de los enlaces dañados, introduciendo puntos de sutura emocional en los lugares precisos y, a continuación, la desnudó y la posó en la cama, ordenándole dormir.

Catorce horas después, Anne despertó. Sentía un apetito feroz, cosa rara, ya que ella comía bien poco, normalmente. Se sentía bien por primera vez desde hacía tiempo, bueno, en realidad no recordaba haberse sentido nunca tan... ligera. La dolorosa presión que atormentaba su mente desde hacía años, había desaparecido. Aún tenía presente el sueño de la noche pasada, el extraño personaje que la había salvado de... , no sabía bien de qué pero sí sabía que la había salvado de algo, ya lo recordaría después, se dijo.

Entró en el cuarto de baño y se duchó, sin dejar de pensar en el salvador de su sueño. Dejó que el agua fría cayese sobre su pelo y cara, abandonándose al momento, relajada como jamás se había sentido. Por primera vez gozó del tacto de su cuerpo, sintiéndolo, palpándolo... Cerró los ojos y entonces “captó” que no estaba sola y retiró la mano de su pubis.

Él estaba de pie, observándola. Curiosamente, Anne no sintió timidez alguna. Salió de la ducha y se envolvió en la toalla que él le ofrecía. Se miró en el espejo mientras se peinaba y no se sorprendió al no verle reflejado aún sintiéndole detrás de ella.

- Lestat, Lestat -musitó dulcemente- ¿me llevarás contigo?

- No, pequeña, no, pero nunca te abandonaré –posó sus labios en el delgado cuello y ella se estremeció.

- ¿Vas a morderme?, ¿vas a hacerme tuya?

- No es preciso, ya eres mía para siempre. Nunca más me verás pero siempre estaré dentro de ti. Plantaré en tu mente una semilla que fructificará, tranquilizando tu espíritu y haciendo que nuestro encuentro perdure a través del tiempo, unidos tú, yo y tu hijita en un mundo sin fronteras; en un mundo de fantasía del que nunca querrás salir. En el mundo de la imaginación, querida Anne.

Noté su abrazo, su cuerpo desnudo tras de mí, la fuerza que me transmitía y el tiempo se detuvo.



En 1973, Anne Rice escribió su libro “Entrevista con el vampiro” pero no se pudo editar porque fue rechazado por varias editoriales. Al fin, en 1976 se pudo publicar. Cuando, tiempo después, preguntaban a Anne por el vampiro Lestat, siempre respondía:

“Lestat... es difícil describir a Lestat. Lestat, de alguna manera, es toda mi vida, porque incluso cuando no estoy escribiendo sobre Lestat estoy contemplando el mundo a través de sus ojos, y es Lestat quien me ha convertido en una viajera, quien me ha transportado fuera de mí misma y liberado de las preocupaciones por mis limitaciones, tanto físicas como espirituales. Lestat es más que un personaje creado por mí. Es un símbolo de algún tipo de libertad y dominio. Representa el lado cruel que hay en nosotros, pero es parte de mis pensamientos día y noche, supongo. Ante casi todo lo que veo me pregunto: ¿qué pensaría Lestat de esto... ¿cómo reaccionaría Lestat ante esto?. Por lo tanto, diría que él es mi otra mitad, pero es mi mitad masculina y cruel que gracias a Dios, no existe salvo en la ficción.”

Nadie supo nunca que después, a solas, Anne se recreaba en la sensación, siempre presente, del cuerpo desnudo de Lestat, tras de su cuerpo, en una eterna caricia que jamás le abandonaría. Nadie conocería jamás al Lestat que ella amaba. Porque... tal y como prometió, él nunca la había abandonado.

© Anthony Geuve (Fauno)

Texto agregado el 12-10-2004, y leído por 133 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
15-10-2004 Muy buen texto. orlandoteran
 
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