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Jorge cumplió sesenta y dos años. Su vida laboral ya lo tenía sin cuidado. Sospechaba que no lo ascenderían pero tampoco lo despedirían. Podría trabajar hasta los setenta.

Se casó con Silvia muy enamorado con apenas veintidós. O sea, hace cuarenta años. Tuvieron a Jorgito. Con el tiempo su matrimonio iba de mal en peor Su mujer conoció a un alemán y en menos de tres meses se mudó a Alemania. Le dolió la partida. Consideraba que disfrutó de su hijo poco tiempo. Apenas cinco años. Chiquitito. Ni siquiera sabía leer.

No supo de ella ni de su hijo durante ocho años hasta que la relación en Alemania se terminó y volvió trayendo consigo otro hijo. Lo llamó el alemancito. Le irritaba su pelo rubio y los ojos azules. Ella se acercó a Jorge como si nada hubiese pasado. El consideraba que ya había pasado de todo, por ende rehusó restablecer algún tipo de relación. Silvia se refugió en la casa de su madre. Jorge respetaba la generosidad de su ex suegra de permitir a su ex mujer, su hijo y el alemancito en su hogar.

Muy inquieta y activa de inmediato conoció una nueva pareja y dicha relación duró menos que un suspiro. Tiempo suficiente para embarazarse. Nunca más supieron de él.

Nació el bebé, una niñita, y al poco tiempo Jorge fue demandado para regularizar la asignación familiar. Inicialmente ella alegaba que debían ser tres las asignaciones, siendo su principal argumento que tenía que alimentar y educar a tres hijos.

El tribunal dictaminó un monto equivalente a una carga. Jorge la consideraba un poco alta de acuerdo a lo que él ganaba. Su suegra lo consideró insuficiente pero Silvia la tranquilizó mostrando lo enviado por el padre del Hans chico. Bastante más abultada.

Luego Jorge conoció en el mismo trabajo a su nueva pareja, muy de acuerdo a su personalidad, y con el tiempo se mudó a su casa donde vivía con su madre y un hijo de ocho años.

Así fue envejeciendo. Austero, conservador en su trabajo, siempre cumplió con el pago de la asignación familiar y contactándose con su hijo de vez en cuando. Partidario del refrán que sin noticias son buenas noticias. Aludiendo a que todo marcha bien.

Silvia perdió a su hija cuando recién cumplía los seis. De repente enfermó, una bacteria, y en tres días falleció. Cuando Jorgito le llamó confirmó dicho refrán, si hay noticias estas son malas.

Su hijo y el alemancito, ambos hablando perfectamente alemán, viajaron a cursar sus estudios universitarios a Hamburgo. Es una gran alegría que lleva en su corazón. Recuerda que los primeros veinte años después de su casamiento los vivió con un nudo en el estómago, como presintiendo algo. Sin embargo los últimos veinte fueron de armonía y paz.

Hoy se siente un hombre pleno.

Jorgito, viajó a Chile y lo llamó. Su abuelita, o sea su ex suegra, después de una larga enfermedad, falleció. Jorge asistió a los funerales. Jorgito lucía apuesto, ya casi cuarenton. Hans chico un poco menor igual de apuesto. Abrazó a jorgito que muy compujido agradeció su visita. Abrazó a Silvia. Dio la mano al alemancito y al resto de los familiares. Jorgito le explicó que su visita es relámpago. Que le encantaría conocer a su nuevo hermano. Dicha frase lo desconcertó.

El mayor de los dos hermanos de su ex mujer se acercó diciéndole que necesitaban conversar. Irreconocible apenas cincuentón. Los recordaba niños, de adulto nunca se relacionaron.

A los días lo recibió en su trabajo ocupando la sala de reuniones.

Sin protocolo de inmediato le comunicó que su madre, es decir, su suegra, dejó una deuda considerable en la clínica donde estuvo internada los últimos dos meses.

Le apareció nuevamente el nudo en el estómago.

- EL valor del compromiso con la clínica es casi equivalente al valor de una casa. Así que nosotros sus hijos decidimos dividir el monto en tres, en partes iguales.

Lo pilló desprevenido, solo dijo

- ¿En tres?
- Si. Cómo mi hermana Silvia no trabaja, es dueña de casa, tendrás que hacerte cargo de la deuda que les toca.
- ¿Cómo que nos toca? Si yo estoy separado de ella, tengo otra pareja.
- Separados porque no viven juntos. Pero eso no implica.

Quedó en silencio un buen rato. Pensó que sería inútil discutir.

- Deberíamos asesorarnos por un abogado. - dijo Jorge.
- Este no es un tema legal. Los gastos mortuorios corresponden a los hijos. Son tres familias las que están involucradas. Y los jefes de esas familias deben asumir el compromiso como corresponde.
- Pero insisto, yo estoy separado.
- Estamos hablando de tu suegra. También es suegra de nuestras parejas. Y ellas están de acuerdo que como familia debemos pagar. Tú debes hacer lo mismo.
- Pero yo estoy separado.
- Eso es relativo. Jorge. Pueden volver. Yo o mi hermano nos podemos separar pero las obligaciones las debemos pagar igual.

Jorge se tomó la cabeza con ambas manos, como armando un rompecabezas.

- Pensamos en vender la casa de mi fallecida madre, donde vive actualmente nuestra hermana, y con eso pagaríamos la clínica. Pero debemos comprarle una casa a Silvia. Así que mejor nos hacemos cargo de pagar a la clínica sin vender la casa.

Jorge se sentía acorralado. Y dijo algo ya sin sentido

- Pero es injusto.

El hermano se acomodó pensando que debía ser más empático.

- Mira Jorge. Solo vine a comunicarte lo que decidimos. Antes de hablar contigo manejamos todas las posibilidades. Hans, el padre de Hans chico, ya tiene setenta y cinco años, tiene alzhéimer y reside en una casa de reposo. Jorgito y Hans chico son sus tutores.

Pausa. Jorge escuchaba.

- Cuando falleció nuestra sobrina, Silvita, Hans padre viajó desde Alemania al funeral. Vino a consolar a Silvia y también a Jorgito y a Hans chico. Era su hermanita pequeña, su regalona. Verlos llorar fue terrible. Silvia sufrió sola y con sus dos hijos salió adelante.

A Jorge se le anudó la garganta. Todo eso lo desconocía.

- Apenas Jorgito terminó sus estudios secundarios Hans lo inscribió en una universidad en Alemania. ¿Qué obligación tenía con Jorgito? Ocho años de padre presente. Luego se llevó a Hans chico. Cumplió su sueño. Vivió nuevamente un tiempo con sus hijos. Jorgito es muy inteligente, muy humano, lo quiere todo el mundo.

Miraba la reacción de Jorge. Descompuesto. Decidió terminar la conversación.

- Jorgito y Hans chico son hermanos. Vivieron juntos su niñez. No olvides eso. Ellos en Alemania tienen buena situación económica. Ya conversamos con ellos. Están dispuesto a ayudarte. Más que mal era su abuela.

Caminó hacia la puerta. Como Jorge no se levantó, volvió a despedirse. Puso la mano en su hombro.

- Llama a Jorgito. De paso puedes viajar y conocer a su familia. Y a Hans chico. También tiene familia. Vas con tú pareja y con el hijo de tu pareja.

Golpecito en el hombro.

- Serán bienvenidos. Te lo aseguro.

Caminó hacia la puerta. Antes de salir miró hacia atrás y vio a Jorge abatido.

- Jorge. Tienes una gran deuda. Pero no con la clínica.

Texto agregado el 25-02-2024, y leído por 118 visitantes. (0 votos)


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