LISTA DE TAREAS

Hay quienes por formación o por disciplina personal se imponen tareas y hacen listas para garantizar o, al menos pretender, que los planes a corto, mediano y largo plazo se cumplan, y en la práctica son de gran ayuda porque en toda agenda, por apretada que esta sea, surgen los imprevistos que alteran hasta las más rigurosas de las programaciones; sin embargo, gracias a las hojas de ruta y las listas de chequeo que mucho ayudan, tratan de no salirse del camino y de cumplir casi siempre con la misión.

Yo, en lo personal no soy de elaborar rigurosas listas ni de llevar agenda de citas ni de notas al margen para no perderme en el diario ajetreo de la vida. No, por suerte, esa época ya para mí pasó y esa locura de no tener tiempo para nada ha cambiado por la penosa tarea de qué hacer con mi tiempo que es absolutamente libre y no apegado a horarios de trabajo, de oficina, de los hijos en el colegio, de los compromisos sociales y profesionales. No, ahora soy un pensionado que se gana la vida no con lo que hace sino con lo que realizó durante cerca de cuatro décadas de arduo trabajo y denodado esfuerzo.

Ahora mis listas y prioridades son otras: Despertarme cuando quiera, comer cuando tenga hambre, bañarme a la hora que desee, no afeitarme, no peinarme, vestirme con lo que sea que me quede cómodo, tender la cama sin presiones, arreglar y limpiar mi espacio, salir a caminar sin rumbo fijo y sin afán de volver a una hora precisa, detenerme a ver los pájaros y el tren que viene temprano en la mañana y que después regresa a eso de las 4, ir al supermercado por la leche, la fruta, los huevos y el pan, escuchar música relajante, no ver televisión ni escuchar ni leer noticias, revisar y pagar algunas cuentas, jugar mucho al ajedrez y sentarme a escribir o a leer desde bien temprano hasta entrada la tarde.

A mis hijos no los veo mucho porque cada uno tiene su propia familia y agenda particular que no son fáciles de compaginar; sin embargo, cuando me visitan mis nietos o yo voy a verlos no hay lista alguna predefinida, salvo jugar con ellos, enseñarles cosas y disfrutar de su alegre y hermosa compañía.

La vida no debería estar sujeta a horarios ni rutinas obligatorias, ni a tantos y tantos compromisos que nos privan de vivir.

¿Qué agenda tiene un pájaro o una mariposa? ¿Qué tareas agobiantes tiene el gato que se echa todo el día a dormir?

Claro, es obvio —me dirán—, y yo mismo sé que no nos podemos en nada comparar; pero qué deliciosa fuera la existencia si la única cosa importante fuera vivir y dejar vivir...

Cajiça-Colombia, febrero 22 de 2024