Había una vez una niña llamada Lucy, ella tenía ocho años y vivía sola con su madre
Teresa.
Hacía poco tiempo Lucy había perdido a su padre Samuel, por una enfermedad muy grave.
Él les había demostrado mucho amor, tanto a Lucy como a su madre, que ambas lo extrañaban mucho.
Un día su madre y Lucy se pusieron a ver los álbumes de fotos donde había muchas fotografías que les hacía recordar los bellos momentos que habían pasado juntos.
Lucy no podía olvidar a su padre y siempre se la pasaba triste, su madre siempre le decía que él ahora estaba en el cielo con Dios y que sería un ángel que siempre las estaría cuidando y además que él siempre viviría en sus corazones.
Ese día Lucy se fue a dormir muy temprano y siempre pensaba mucho en su padre, hasta que ella tuvo un hermoso sueño.
Soñaba que estaba paseando cogida de la mano de su padre y de su madre, iban a muchos lugares divertidos y la pasaban súper bien.
Comían helados, se paseaban en los juegos mecánicos, comían algodón dulce, siempre con su padre y su madre muy felices;
Pero pasaban las horas y su padre tenía que irse y Lucy le dijo que no quería que la dejara sola con su madre y su padre la sentó en su regazo y le habló con todo su corazón:
- Escucha hija mía: Dios me ha llamado a su lado, yo estoy feliz allá arriba con él, y quiero que tú estés feliz aquí con mamá. Yo las esperaré junto a él, pero mientras tanto quiero que seas la niña más feliz del mundo.
Que estudies mucho y sobre todo que no dejes de reír, porque cuando tú ríes enciendes mis estrellas que alumbran mi camino y yo puedo verte. Y cuando lloras apagas mis estrellas y ya no podré verte.
Y es así que Lucy pudo entender el mensaje de su padre, él solo quería verla feliz y decidió que desde ese momento iba a encender muchas estrellas para su padre.
Al siguiente día Lucy despertó muy contenta y fue corriendo a contarle a su madre el lindo sueño que había tenido, con su padre.
Y desde ese día Lucy nunca más dejo de reír, y fue la niña más feliz que había en el mundo.
FIN
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