Tarde o en cualquier momento de nuestra vida, nos damos cuenta de que cambiar el mundo requiere un poco más que nuestra total entrega.
En un momento morimos y volvemos a nacer, luego de renegar, precisamos ser lo mismo, regresamos a este mismo mundo, y nos volvimos a preguntar el porqué , el para qué, el hasta cuando.
Enterramos la soledad, y la locura para sentirnos aliviados, y pretendimos hacer otra vez la historia entre consignas, condenando la miseria, prendidos a las palabras y a los sueños, sin usar armas esta vez, la experiencia de nuestra anterior vida había sido suficiente. Nos damos a la pasión, lo liberamos todo para desterrar la tentación de hacer otra vez la guerra. Durante un buen tiempo pasamos de largo, buscando la paz por dentro al ver tan poca buena noticia, nos hacíamos la ilusión de que esta vez, Dios haría su aparición, y podríamos volar sin teñirnos en sangre para poder ver al hombre sin hambre. Nos hicimos de escudos y de gafas que anulan la visión, intentamos divertirnos para evitar el suicidio. Y durante unos cuantos segundos creímos ver que el mundo al fin era humano, intentamos lo imposible y otra vez no fue.
Al final de esta existencia, o mejor dicho, para darle final, decidimos una nueva dosis de ternura para la humanidad, aderezada con lo que creíamos haber dejado atrás: la guerra y destrucción total.
Cuando reiniciemos todo nuevamente, esperemos que sea distinto, en esta ocasión... |