Salgo al balcón a regar las plantas. Mis pies desnudos tocan el cemento en un atardecer de verano. Abro la canilla deslizando un manjar caliente en una tierra que se evapora a su simple contacto.
Miro, les pongo algo de música, mientras juego recitándoles piropos en rima. Ellas, con verde coqueto, me miran con indiferencia. Saben que sin ellas el balcón no sería lo que es. Sus colores contrastan un cemento gris humo. Las flores y su aroma, acompañan mí manjar.
Vino mediante, una carne al horno se sirve en la mesa de verano y el sonido de un bandoneón suena otra vez. Acompáñame, mira, vení, proba. Salen las palabras de un parlante acoplado.
Ya estoy ahí, aquí y no puedo salir. Solo espero que hoy, me vuelvan a regar.