Realidad.
Lo vi partir.
No pude moverme siquiera. Era como una estatua de hierro incapaz de moverme, sólo lo vi partir sin que él se diera vuelta por última vez, había dejado de interesarle y contra eso, no hay remedio.
Cinco años habíamos pasado juntos, sólo él y yo pensando que eso bastaba, que nos teníamos el uno al otro y que no necesitábamos hijos que nos separaran ni perros ni gatos, nadie podía interferir en nuestro amor.
Ahora, todo había cambiado de pronto. Me dijo que había conocido a otra persona y que quería formar una familia. ¡Qué crueles fueron sus palabras! Palabras que jamás pensé escuchar de sus labios, no después de haberme jurado que era el hombre más feliz y que yo era todo lo que quería en esta vida. Que ni siquiera tendríamos que casarnos, los papeles no son más que eso, me decía y yo como una tonta le creía cada palabra sin pensar en nada que no fuera en él.
Esta mañana se fue, me dejó vacía, sin alma, pero con algo en mis manos que no puedo recordar cómo llegó a ellas.
El comisario me hace preguntas que no entiendo, quiere saber el motivo por el cual lo maté.
No puedo contestar, no recuerdo haber matado a nadie, sólo tengo en mi memoria el charco de sangre en su espalda. Yo no pude haberlo matado no se disparar un arma. A veces pienso que fue él quien me dio el revólver y que cuando le pregunté para qué me lo daba me contestara con una sonrisa que quizá me fuera útil ahora que quedaba sola, decía que era para defenderme, no puedo entender aún por qué me lo dio. Quizá pensó que lo usaría en mi misma, no lo sé. Como tampoco sé quién lo mató, yo no fui, aunque creo que era él quien quería matarme para irse y ser libre. Eso le decía la mujer al comisario que la miraba con lástima y al médico, un hombre vestido de blanco que le pide que lo acompañe.
–––Pobre mujer, decía el comisario al médico, no recuerda nada está ida completamente, mató al marido cuando se iba a trabajar.
–––Si verdaderamente una tragedia, hace años que la trato, el esposo nunca me permitió encerrarla donde tendría que estar, decía que la quería tanto que moriría de pensar que estaba en una casa de salud mental, una señora la cuidaba durante las horas que él trabajaba y nunca la dejaba sola, pero ese día, la mujer estaba más tranquila que nunca y muy conversadora, al punto de decirle a la señora que ansiaba el regreso de su esposo, el cual aún no se había ido, porque quería mostrarle algo que había encontrado. Nadie sabe cómo llegó el arma a sus manos ni tampoco donde la encontró y ahora que el esposo está muerto, esa va a ser una incógnita que jamás se va a descubrir.
–––Otro caso de locura que terminó en tragedia, pero es una realidad que no debemos pasar por alto.
–––Muy cierto, muy cierto!
Omenia. 15/2/2024
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