No sé nada de ti, pero en tu pecho encuentro un refugio largamente ansiado.
No sé nada de ti, pero tu cabeza se abandona en mi hombro sin que sepa por qué.
No sé nada de ti, pero cometes la impudicia de abrirme la puerta de tu alma.
No sé nada de ti, pero el abrazo, tus clavículas, la quietud de un animal que respira.
Apenas te conozco, pero jugar contigo me transporta a otras esferas.
No sé quién eres, pero tu cuerpo de armiño destila erotismo pendenciero.
Casi no hemos hablado, pero nada te divierte más que sabotear mis pasos.
Desconozco tu nombre, pero el contorno de tus bíceps responde a todas mis preguntas.
No sé nada de ti, pero noto tu dolor por mucho que sonrías.
No sé nada de ti y me siento culpable de no querer bailar contigo.
No sé nada de ti, pero he llorado por dentro sin tener derecho a hacerlo.
No sé nada de ti y tu luz volvió a cegarme cuando ya no la esperaba.
No sé nada de ti, pero te amo, me asustas, me aburres, me cautivas, me acallas, me hipnotizas mientras nuestras voces se fusionan con los ecos de otras voces, entre sudor y pulsaciones, entre frecuencias sinuosas que dibujan extrañas constelaciones.
No sé nada de ti,
apenas te conozco,
casi no hemos hablado,
no sé quién eres,
pero, por favor,
quédate un momento,
quiero saberlo todo.
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