Cebolla de aliento
y calma incesante
que no se asienta,
que no respira en medio del asfalto
que traigo entre mis narices.

Si pudiera hallarme dormido
como una hoja que se recoge
y se hace revivir
con soplidos, con besos y susurros.

Si fuera así de fácil pero
la mar,
la angustia acongojada de hallarme
en un país que no quise inventar
y que me halla en urgencia de despertar.

La urgencia de estar despierto
en medio de las siénagas que mi memoria trae
cual maldiciones escondidas,
como perros con rabia que esperan el momento más vulnerable
para atacarme y mis anhelos despedazar.

Caída rotunda de lo obvio que no supo que debía
ungirse
en lo noble y lo nuevo.

Entonces actualizarme,
saberme despierto,
mirarme honesto
y en confianza de mis pasos.

No es entregarse a un río y su inercia,
el confiar,
sino que es nadar a destino
con los brazos prestos,
sin titubear
porque ya ha llegado el momento
de no escapar.

Respirar
hacer frente al aire
que ya no amenaza
sino que abre espacios
a los altos en coraje.

Abriré esas barreras
que han arruinado el homenaje
al más alto orgullo
de mis fronteras.