La esquina de mi barrio.
Hace muchos, muchísimos años, la esquina de mi barrio era nuestro lugar preferido, allí nos reuníamos día tras día los muchachos y las muchachas.
¡Qué tiempos aquellos!
Si aún puedo verlos jugando en la calle sin preocupaciones, luego de la siesta obligada para muchos.
Éramos unos niños felices, cuando aún la piqueta del progreso no había llegado para instalarse en nuestras vidas y no abandonarnos jamás.
¡Qué recuerdos! La payana, las niñas saltando a la cuerda, los varones jugando a la bolita con nuestros pantalones cortos y casi siempre sucios, aquello era vida, las computadoras y los celulares no existían y sin embargo éramos velices.
Así íbamos pasando nuestra niñez.
¡Cómo olvidar el día que una hermosa muchachita de largas trenzas negras se mudó al barrio!
No podía parar de mirarla, con mis quince años era el amor lo que mis ojos mostraban y que se entristecían al oír los comentarios de los amigos al decirme que no volara tan alto, que jamás se fijaría en mí, que era una pituca.
¡Aún recuerdo aquella primera cita! Estaba tan hermosa que cerrando los ojos aún la veo.
Mi madre, al tanto de mi enamoramiento, me había preparado la mejor camisa, los primeros pantalones largos y los zapatos de charol que sólo usaba los domingos.
¡Cómo olvidarla! Sus trenzas en esa ocasión estaban sueltas y sus ojos brillaban como luceros, la invité al cine de la otra cuadra, nunca imaginé que aceptaría.
Los muchachos se reían al vernos pasar, pero no me importaba, me había elegido entre todos y sabía que eso les provocaba envidia y me hacía sentir… más hombre.
La primera vez que me dijo… ¡Te quiero! Sentí estallar mi corazón, lo esperaba, pero lo veía muy lejano.
El tiempo se fue tan de prisa que ahora al despertar este domingo la nostalgia llenó mis ojos de lágrimas, pero duró muy poco solamente el tiempo que le llevó a aquella hermosa mujer que ya no tiene trenzas negras, sino que el pelo corto y plateado ilumina un rostro aún bello en decirme…
Levántate haragán que hoy vienen los nietos. Y un olorcito a café recién hecho y a bizcochos calentitos llenaba la cocina.
Omenia
21/1/2024
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