El otro día, me contó una señora que conocí en los últimos años, algo que le había sucedido y que calló por bastante tiempo, ignoro el porqué ya que creí tenía más confianza conmigo.
Ella tuvo un matrimonio bastante feliz aunque sin hijos. Bah, un matrimonio como tantos otros, imagino. Luego de veinte años, mi amiga conoció un señor en un cumpleaños al que la invitaron, y quedó hechizada como una piba de quince. Se trataba de un hombre divorciado y de muy buen ver. Charlaron como si se conocieran de años, y poco a poco, ambos se enamoraron.
Comenzaron a verse, primero en salidas conjuntamente con otros amigos del club, y luego a solas. Surgió una pasión tórrida como pocas. Él le hablaba por teléfono, y sólo escuchar su voz, hacía que ella, (la llamaré: Susana), segregara todos sus jugos femeninos. Claro que su enamorado vivía ese amor, tan enardecido como ella.
Tanto hicieron, que un buen día, ella le manifestó a su esposo, el deseo de separarse. Pese a que su marido era una buena persona y trató por todos los medios que tal cosa no sucediera, se dio cuenta que su mujer, estaba más que decidida a llevar a cabo la separación.
En realidad, la conocí estando ella ya separada, y a quien fue su marido nunca lo ví, sólo supe del mismo por referencias y amigos en común.
Le dejó la casa, (muy bonita por cierto) y él con sus planos -era un ingeniero muy cotizado- se mudó a un hermoso departamento en Las Cañitas, un barrio de Buenos Aires donde viven personas de elevado poder adquisitivo. Menos de dos años después, y antes de que le dieran el divorcio definitivo, su marido falleció.
A mi amiga la vi mal pese a todo y al tiempo transcurrido. Me dijo que lo quería como a un hermano, eran veinte años de estar juntos más ocho de noviazgo, toda una vida. De todas maneras, el romance con Antonio, fue viento en popa.
Y acá viene lo más interesante que relató a mi juicio: su novio la acompañó al mes del deceso, al departamento de quien fue su esposo, a fin de sacar algunas cosas, y ver en qué condiciones generales se encontraba ya que pensaba ponerlo a la venta. Tengo entendido que al no tener él familia alguna, y no estar aún listo el divorcio por la sola voluntad de la mujer -como fue pedido- tenía ella derecho al departamento, al igual que a su auto, a su pequeña embarcación, etc. De estas cuestiones legales no soy una entendida, pero lo comento porque así me lo explicó "Susana".
Eran las cuatro de la tarde de un día nublado y fueron ambos para allá. Abrió la puerta con la llave que en su momento -muy previsoramente- su marido le había entregado por cualquier cosa. Todo se encontraba en penumbras, con las persianas bajas a medias. Levantó la del dormitorio y la del living un poco nomás, para tener más luz. Hablaron a media voz también, cuando sonrientes, se dieron cuenta que eso era totalmente ridículo, el finado ya no estaba allá.
Susana se encontraba dentro de todo, tranquila, pero a Antonio, la situación lo puso algo ardiente. Hacer el amor con la mujer del muerto, justo en su casa, era un tanto morboso y medio prohibido, cosa que lo excitó más aún. Sin decir una palabra, se le acercó y comenzó a hacerle todo lo que sabía muy bien, iba a dejarla en condiciones y pidiendo por más. Sonriendo, jugó con ella, hasta que la mujer casi le rogó estar con él.
No quisieron ir a la cama, por lo tanto eligieron un sofá muy cómodo y mullido de la sala para estar juntos. En esos juegos previos se encontraban, cuando al novio le dio un calambre muy fuerte en el estómago y más tarde, en otras partes del cuerpo. Claro, habían almorzado bien tarde y opíparamente. Mi amiga quiso ayudarlo como pudo, pero no hubo caso, los calambres persistieron cada vez más dolorosos. De pronto, Antonio se incorporó para vomitar, estaba con náuseas y dificultad para respirar, y cuando menos nadie lo esperaba, se desplomó. Quedó muerto ahí mismo, en el sofá impoluto.
Susana se desesperó, imaginen ustedes qué momento! Como pudo llamó a una Ambulancia. Se quedó esperándola mirando hacia la calle, cuando le pareció ver en el cristal de la ventana, la sombra de su esposo, luciendo una amplia sonrisa...
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