Llegué a Rancho Nuevo empapado. Toqué quedo a la casa de doña Gertrudis para pedirle posada, y pasto para las bestias.
«¡Don José, mire como viene!, ¡ey, muchachas! echen más leña al fogón y calienten café. Un trago con caña le evitará resfriarse. y prepárenle su lugar a don Pepe»
Doña gertrudis tiene dos años de viuda. La ayudo en lo que sé, reparando su máquina y dándole al costo las refacciones y ella me provee alimentos y un lugar para dormir. A veces la lluvia se calmaba, y dejaba escuchar el canto de las ranas, luego arreciaba y el tejado era una marimba monótona que arrullaba. A media noche un viento frío entró por mi cuello y percibí que alguien se acomodaba a mi lado. «¿quién será?», La negritud de la noche, no permitía. Toqué su pelo largo, olí su cuello y mis manos se llenaron con su olor de barro fresco. «¿Quién eres?», «No te diré, abrázame y no hables nada. Mi mamá no sabe que estoy contigo».
Por la mañana, me senté en la mesa con las tres mujeres, las dos con su cabello largo, el cabello oloroso a jabón de hierbas y con su lenguaje de picardía en sus miradas cuando la mamá se distraía. Yo, era una momia por fuera y por dentro me preguntaba ¿quién habrá sido?
Hoy llegó a mi recuerdo al observar que el rosal, dio en una misma base, dos rosas idénticas.
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