“El trabajo de un maestro no consiste tanto en enseñar lo aprendible, como en producir en el alumno amor y estima por el conocimiento.”
John Locke
Opus 1: La hora de la foto
A un lado, a ese lado precisamente, ese, no otro,
en el lugar exacto donde la risa se encuadra bien,
en el celebrado retrato posicionado que encanta,
la fraguada sonrisa en la imagen que nos excusa.
Cuidado no se vaya a despertar a la hora del retrato!
Opus 2: El sueño despierto
Sé bien que mi verdad debe ser una retórica útil
en ese pragmatismo elocuente que no me delate,
en la consciencia precisa para esta lúcida locura,
aprendiendo mi propia lección en la ajena mirada,
en un saber que lo sé aunque yo no sepa nada.
(y viceversa)
Opus 3: Los deberes de casa
No sabía que después de todo ese haber vivido,
ahora necesario era evolucionar, seguir enfrente,
aleccionar nuevas generaciones para seguirme,
ser líder aunque ni yo conozca bien mi destino,
mediarme en esta biunívoca falacia consentida.
Opus 4: Sin esperar a la esperanza
Qué no decaiga nunca esa nuestra fe incondicional
esa verdad que se responde sin formular preguntas,
en una falaciosa celebración entre cuatro paredes,
en la amabilidad de un gesto preciso que condena
y al mismo tiempo que nos redime de toda culpa.
Opus 4: Auto Lapidario
El discurso más encendido apaga nuestro fuego,
y esa luz que ilumina proyectando nuevas sombras,
el legado infame de una condescendencia inútil,
un ethos incontrolado e febril, una modernidad líquida,
esa lección que nunca se llega a aprender bien.
Obs.: La educación de la práctica no es la práctica de la educación. La puesta en marcha de la educación no es anunciar la voz sin pronunciar una sola palabra. Teorizar la educación no es esculpir los mandamientos en una piedra soluble.
Pensar la educación ha de ser siempre el camino para el pensamiento en la educación.
JIJCL, 7 de enero de 2024. (Revisado)
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