En casa, de niños, había bastante pobreza, y escepticismo, en general, en torno a todo lo que representaran dádivas y regalos. Por ello, quizá, cuando entró el Rey Baltasar por la ventana de la cámara, a coger la cebada para los camellos, y dejar los regalos para nosotros, mi padre le descerrajó un tiro, creyendo que de un ladrón se trataba. Afortunadamente, los perdigones, por todo aquel negror- Rey Baltasar incluido-, no impactaron en el mago de oriente, y todo quedó en un susto, en un malentendido.
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