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Decepcionado por la vida, se dirigió al barrio de la infancia y halló abierto todavía aquel bar de los viejos tiempos.
Entró, y, como si lo estuviera esperando, halló a su amigo Eustaquio- que parecía que no se hubiera movido de allí, de aquel mismo rincón de la barra, en años.
Una cosa fue llevando a la otra y confidenciaron.
- No te lo querrás creer Eustaquio...
En esto que el camarero les apremió a que consumieran y pagaran. Sólo quedaban los tres en el bar. Daban una imagen entre surrealista y patética.
Al parecer, los pasos que lo habían llevado allí aquel fin de año, era el descubrimiento de que su mujer tenía un amante secreto.
- Más vale un pastel para dos- intervino Eustaquio, que conocía a la novia, por haber asistido a la boda, y no poder evitar seguir aquella conversación con pena y contrición de alma-, que una mierda para uno solo.
- Lleva razón este señor- quiso contemporizar el camarero, mientras hacía como que abrillantaba unos vasos.
- Y tanto que la llevo- dijo Eustaquio. Y no es el peor de los casos- quiso arreglar el problema zanjando la cuestión de una manera definitiva- pues se dan situaciones en que ni siquiera es una mierda lo que hay para uno solo.
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Texto agregado el 26-12-2023, y leído por 66
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