Tumbas sin nombre.
Ayer, cuando fui al panteón después de diez o doce años de no hacerlo; vi que tenía sobre la cruz de metal, el nombre de mi amigo mal escrito. Le pusieron un Martínez que no correspondía, por lo que arranqué la madera y me fui.
Alguien quería reclamarme por el abandono _pensé_ Qué estúpida manera de adjudicarte un derecho, sin saber nada de nosotros.
Después, pensando en que dejé a mi amigo allí, entre tanto muerto y sin un nombre, recordé que en la tumba de mi madre tampoco había uno, ya que el versículo bíblico que escribí sobre su cruz, también se perdió.
No tuve un amigo ni antes, ni después de Fred. No tuve quien me amara como lo hizo porque soy un ser extraño, difícil de inspirar algún afecto.
Esto hizo que viviera apartada de todos, donde la voz de mi ego cada vez se hacía más fuerte.
Pasé etapas difíciles, muy difíciles como las pueda pasar cualquier persona, pero a diferencia de ellas estuve sola, sanando a mi manera cada herida que en ocasiones; debo reconocerlo, se infectaba en resentimiento. Debe ser de allí que surge la palabra ogro, de ese ser solitario que a ninguno importa lo suficiente.
Cuando conocí a Fred fue diferente. De inmediato buscó la forma de integrarme a su vida. Estuve realmente sorprendida y encantada. Llegué a creer que toda mi mala suerte había terminado, pero un día se quejó de dolor de pecho y murió.
Puse sobre su tumba aquel epitafio que tanto le gustaba:
''Si tienes amigos, no tienes problemas''
Para mí, eso hablaba de nosotros y su nombre era irrelevante.
A veces me pregunto del porqué abandoné a los muertos. Creo que mis motivos se hicieron tan pequeños que duré un período largo a punto de desaparecer. Llegué a pesar cuarenta y dos kilos y a ponerme ropa de mi nieta de nueve años. Una apatía completa me embargó y casi muero de hambre, de sed, de soledad. De no ser por mi amigo cuadernos que abría sus hojas blancas para escucharme, ya no estaría aquí.
Toda la vida fue así, pero perder lo que me valoró, que me puso interés... Por poco me mata.
Ayer, cuando encontré escrito el nombre de mi amigo; pensé que pertenecemos al vacío y el silencio es un traductor inigualable. No pueden engañarnos. Ya no queremos que nos encuentren así que cuando veas una tumba sin nombre, no escribas sobre ella.
RH
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