Ayer desperté oyendo una queja muy cerca de mi. Que no provino de un sueño, precisamente. Sino de la alusión de una mujer a una hermana suya muy religiosa, pero brutal en el uso del idioma. Y el término brutal, en este caso, retrató lo áspero de sus alocuciones. Sin embargo, lo que ella quiso decir de su hermana, fue correcto, más no el uso del refrán.
Y es que toma mucho tiempo en que los habitantes de una región del planeta, adopten una frase como ejemplo de su comportamiento. Que algunas veces son tan precisas, que cambian de región y hasta de idioma. Y el concepto de lo que hoy oí al despertar, lo asentó la palabra mazo. Un instrumento de labranza que fue único y necesario en un tiempo de la actividad existencial del hombre.
Entonces, el nombre de aquella herramienta, sustituyó al verbo trabajar. Ó de forma mejor dicha, fue su uso, el que llegó a definir la acción productiva. Pero el sustantivo evolucionó tanto, que aún habiendo variado bastante el estilo de laborar, siguió definiendo la acción dominante para la supervivencia.
Hasta que el hombre lo unió(el sustantivo) al creador. Y ese fue el trato dado por la mujer cuando hoy me despertó. Pero lo dicho por élla lo entendí perfectamente. Tanto qué sin disminuirle el efecto expresivo, le añadí lo que entiendo es librar a Dios de que, aparte de habernos creado y habilitado con lo necesario para nuestra alimentación y también hacernos extremidades usables para multiplicar lo dado, también tenga que hacérnoslo.
Siendo lo claro del mal interpretado refrán, qué no debes sentarte a esperar de Dios otro premio. Ya que cuando quiero casarme con una buena mujer, debo emprender su búsqueda. Dando muestra de tener y usar las armas útiles para atraerla; hacia lo que sería una sana unión.
No obstante, siempre valdrá la orientación, la guía y la colaboración divina.
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