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Al final parte 27

Israel estaba preocupado. La última vez que vio a su abuela lucía triste y apagada. Pensaba en lo que le había dicho la bruja. Visitó a su abuela.
-Me preocupa verte así – le dijo su nieto.
- ¿Así cómo?
-Triste. Se te fue el color.
-Es normal. Estoy bien. Créeme, he pasado por peores.
- ¿Y ese vestido? ¿Es para mí? - Israel bromea.
-La vecina de abajo se va a casar. Quiere que le arregle su vestido. Que le ponga algunas aplicaciones. Eso me mantiene ocupada.
- ¿Y Héctor?
-Casi todo el tiempo está en el departamento de Flavio.
Israel visitó a Héctor. El joven recorrió el camino cuando él y sus tres amigos visitaban el departamento y hacían el espectáculo. El olor era de Flavio, aquellas noches de pasión que parecían que nunca se acabarían, parecían eternas y ahora todo ya se había terminado.
- ¿Qué haces aquí?
-Es lo mismo que yo pregunto. Tu lugar está con mi abuela, no aquí.
Israel pasó al departamento que lucía vacío. Sillones, mesa, sillas y la oficina que tenía Flavio en su departamento habían desaparecido.
-Parece que se te olvidó la muerte de mi hijo – le dijo Héctor con amargura.
-No tienes idea de lo que siento. Desde que me enteré hasta que murió no he dejado de llorar. Tuve que ir a terapia porque me estaba muriendo.
-Lo estás olvidando – Héctor estaba dolido.
-Eres un cabrón. Jamás voy a olvidar a Flavio. Él fue una persona importante en mi vida. La forma de honrar la vida de una persona es poner en práctica todo lo que nos enseñó en vida. Flavio me enseñó a vivir, me enseñó a amar la vida. Me enseñó el amor por mi carrera. Me enseñó a valorar la familia que él nunca tuvo.
Héctor lo miró y se levantó.
- ¡Yo era su familia! – le reclama Héctor.
-Pues nunca actuaste así. Ahora que está muerto te lamentas y cuando estaba en vida nunca te vio cómo un padre. Mi abuela está arrastrando la cobija por un tipejo como tú. No hagas que me arrepienta de haberte entregado a mi abuela. Ella es la mujer más noble que hay en el mundo. Anda, ahora pierde lo único que tienes en la vida.
Israel hizo una pausa para tomar aire.
-A veces pienso que Oscar tiene razón, eres un hijo de puta. Y no me importa más Oscar. Antes de Flavio, Oscar estaba en mi vida.
Más claro, ni el agua. Israel salió de la casa azotando la puerta. Héctor se quedó en medio de lo que era la sala. Un silencio inquietante se sentía. Héctor comenzaba a estar solo. Lo único que le quedaba era la abuela Clara. La decisión era de él.
Israel “pagaba” sus horas en el hospital. Se dio una vuelta por cirugía general. La mayoría de sus pacientes habían sido dados de alta. Dijo que saldría a cenar algo. Al salir se encontró con ella.
-Doctor ¿podría hablar con usted? – le preguntó Margarita.
- ¿Usted? ¿Qué quiere? ¿insultarme otra vez?
-No ¿me permite?
Los dos entraron a una cafetería enfrente del hospital.
-Buenas noches, doctor. Aquí le dejo la carta. Ya nos enteramos de su compromiso. Ya sabe, nosotros podemos hacerle el pastel – le dijo la mesera.
-Gracias. Lo tomaré en cuenta. Se lo voy a comunicar a Oscar.
-En un momento regreso a tomar su orden.
La mesera se alejó. Había una mesa ocupada por médicos que conocen a Israel. Los dos se limitaron a pedir un café, no era charla entre amigos.
-La escucho – Israel se dirigió a ella.
-Bueno, No sé por dónde empezar.
-Por el principio.
-Me disculpo por lo que dije. La verdad es que no lo pensé.
- ¿Lo hace porque de verdad se quiere disculpar? O ¿para que yo no le diga a mi mamá y deje de atender a su hijo?
-No es por eso. De verdad siento haberte ofendido de esa manera.
-Sabes, lo más doloroso no fue que me dijeras maricón. Eso es lo de menos. Lo que duele es que la gente siga pensando que nosotros somos diferentes. O que somos un peligro. Lo único que queremos es amarnos y ser felices. Nuria no es mi mamá biológica, me adoptó y algo que me ha enseñado es a querer a la gente tal y como es. Mi papá me dijo que no pretenda cambiar a la gente. Y eso hago todos los días. Voy con la frente en alto haciendo lo que me gusta, trabajar por mis pacientes y amar a mi familia y a mi novio.
Margarita escuchaba lo que el médico le decía. Los médicos salieron de la cafetería, Israel y Margarita se quedaron solos.
-Recuerdo las palabras de todo lo que me dijo. Nosotros somos cerdos asquerosos. Unos malditos maricas. Ustedes infectan el aire. Me dan asco. Se atrevió a decir que yo le contagié algo a su hijo. Dijo que soy un maldito marica que solamente doy un mal ejemplo. Y todavía se atrevió a escupirme.
Margarita sintió caliente la cabeza. Le temblaban las manos.
-Imagínese que a su hijo llegue alguien lo insulte así ¿cómo se sentiría?
Ella no dijo nada.
Margarita sacó de la escuela a su hijo por las burlas que sufría y se sintió miserable.
-Acepto su disculpa. Deseo de todo corazón que su hijo logre incorporarse a la vida. Yo he vivido con el mismo complejo, estoy marcado de la cara – señalando la cicatriz que tiene en el rostro – abarca la mejilla, el cuello, el hombro, parte del brazo, el torso y la mano. Me quemaron con acido en un orfanato. Espero que Juan le dé un buen tratamiento a su hijo porque mi mamá hará lo propio.
Israel se puso de pie dejando un billete de cien pesos en la mesa. Salió de la cafetería y regresó a su trabajo. Margarita estaba llorando en la mesa de la cafetería. Israel sabía las verdaderas intenciones de Margarita.
El viernes por la noche, Israel llegó del hospital a su casa. Se sentó a cenar con su familia cuando su mamá sacó el tema a colación.
-Hijito, mío. Creo que tenemos un tema pendiente.
- ¿Cuál? – preguntó Israel.
-Tu boda. Te estas haciendo pato igual que Oscar. Tienen que ver el salón, el juez, los anillos, el traje, pastel, invitaciones, música, la cena.
- ¿Todo eso es para casarse? – pregunta Alex.
-Eso y muchas cosas más – responde Emilio - te faltó el automóvil en el que llegarán. Te falta la mesa de regalos, los centros de mesa, la despedida de soltero.
-Ey, tranquilos. No hemos hablado de eso. Mañana iremos a ver unos departamentos - dijo Israel.
- ¿Departamentos? – cuestiona Nuria.
-Sí ¿por qué?
-No. Departamento no. La verdad es que es horrible vivir en un departamento.
Nuria lo decía por la amarga experiencia que tuvo con su familia en el departamento.
-Nuria, deja que Israel y Oscar decidan solos – intervino Emilio.
-Mañana tenemos cita en dos departamentos y en una casa. Cuando terminamos regresamos aquí a la casa y vemos eso ¿les parece? – dijo Israel.
-Está bien. Pero no esperen más tiempo – le recomendó su mamá.
Al día siguiente los jóvenes se presentaron en el primer departamento. Era cómodo. Pequeño, con dos cuartos, un baño, sala y comedor. Bastante caro para el tamaño del lugar. Realmente lejos de casa de los dos.
El segundo departamento es bastante espacioso, un baño con dos recámaras, balcón a la calle, cerca de una plaza comercial. El costo era moderado. Los estaban convenciendo, hasta que el agente de la inmobiliaria les dijo;
- ¿Les gusta? – preguntó él.
-Sí – respondió Israel.
-Creo que aquí los tres estaremos perfectos.
- ¿Vivirá alguien más? – pregunta el vendedor.
-Sí. Viviremos aquí con nuestro hijo.
El vendedor se quedó callado.
- ¿Tienes algún problema? – preguntó Israel molesto.
-Bueno, no tiene nada que ver con ustedes, pero en el edificio no están permitidos los niños.
- ¡Que ridículo! – expresó Oscar.
-Son políticas de la inmobiliaria.
Los dos jóvenes salieron decepcionados del departamento. Les faltaba la casa.
Continuará…

Texto agregado el 10-12-2023, y leído por 30 visitantes. (0 votos)


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