Capítulo III.
Recluta forzoso al Servicio Militar en el Cuartel de FARNESIO (Valladolid)
Llegó y picó en la puerta, que abrió un soldado y preguntó.
¿Dónde vas a dormir? No lo sé, no conozco nada aquí (y le dice, Ven conmigo y lo llevó al Hogar del soldado.
Con el frio que hacía (era marzo), se echó encima de una mesa de billar y se tapó con una manta. Por la mañana, todavía durmiendo, apareció alguien (que dijo.
¡Voy a hínchate a hostias!
¿A quién a mí? ¿porqué?
¿Tú sabes dónde dormiste? Sí, ¿qué querías que me echara en el suelo?
¿Eres asturiano? Nun pasa nada. (era un cacho bicho, fuerte y pensó, este me … pero no pasó nada).
Lo llevaron a donde estaba destinado y le dieron ropa, (una tira por aquí, otra por allí y un mono como para uno de medio metro) y dijo. Paisano, esto pa mí no vale.
¿Paisano? ¡mi brigada! ¡Arréglate! (cambió con otro y con otros y después, resultó que el brigada era un gran paisano, aunque al principio, no le cayó demasiado bien).
¡Qué sé yo, mi Brigada!, no conozco el código militar ni nada, qué sé yo, si mi brigada, si mi…
Lo destinaron al Regimiento de caballería N 12 Dragones, de Farnesio en Valladolid, al escuadrón de Ametralladores y Morteros y a los tres días, en clase de teórica lo detuvieron a él y a un compañero, para llevarlos a declarar.
El teniente intentó impedirlo y dijo que “él era un soldado con un comportamiento impecable”, pero no sirvió de nada y, como a las dos horas, empezaron las declaraciones: A él solo, (también en la Auditoría militar).
¿Usted es minero? Sí.
¿Por qué fueron a la huelga? Explicó alto y claro, lo mejor que sabia y empezaron a preguntarle por personas.
¿Usted conoce a tal? No. ¿Y a tal? No. ¿Y a tal? No.
¿Y a fulano de tal? No. (trabajaban en la misma rampla picando juntos y ya estaba trincado y bien trincado, que le cayeron 9 años, que rebajaron 4 años, por una amnistía cuando murió el Papa Pio XII, quedando en 5 años).
¿A tal? (un vigilante suyo) No. ¿A tal? (un vecino).
No. y No. y No. y No.…
Así una temporada y nunca le tocaron el pelo, ni la ropa, ni lo insultaron. (No siendo en el Regimiento que, él era un soldado especial que, de vez en cuando, se le subían … a la garganta).
Todo el día declarando y le llevaba la comida un cabo de Gijón (que entendía el asunto y se comía muy bien, que la comida venía de capitanía general) y en un momento determinado, le dijo. Oye, no bebas nada que no te traiga yo, que aquí suelen dar algo para que cantes.
¿No sé qué voy a cantar? que solo se algo de asturiano y poco.
Estuvieron dos días sin salir, sólo una vez al día para ir escoltados al baño, pero al comprobar que no eran peligrosos, los sacaban al comedor con un cuarto de hora, para comer y cenar y 5 minutos para el desayuno y, para hacer sus necesidades y todo eso, con un comportamiento correctísimo hasta volverlos al calabozo.
Allí vestían de paisano y él metido en la celda, con litera y poco más, donde estuvo 25 días y a cada poco, una declaración llegando a firmar papeles 370 veces, en 15 días.
Recuerda que, al Cuartel, entraron más compañeros, pero solo cogieron a dos picadores pero a declarar solo a él que, al otro compañero, solo lo llamaron una vez.
En el Cuartel hacían instrucción y gimnasia y como había jugado al futbol y hacían gimnasia, se le daba bien. Había mucha disciplina y siempre cumplió y lo hacía bien y con respeto, que estaba allí por una huelga, reivindicando mejoras salariales y de seguridad en el trabajo.
Sólo por eso, aunque deba reconocer que era la primera huelga que hubo en la minería en España y que pararon ellos solos por reivindicaciones justas, que no paró nadie más.
Allí hacía cuartel, guardias, cocina y cuando iban de “cocina” había que dejar el comedor, todo super limpio y dispuesto, pero engordaba la tropa y todo el mundo quería a aquel brigada, porque no trincaba.
No tuvo más tropiezos que con algunos Capitanes, por excesivo acoso y dudosas maneras en preguntas e interrogatorios, lo contrario de los tenientes de los que guarda muy buenos recuerdos y recuerda especialmente al que había sido veterinario y maestro Nacional y en la mili lo hicieron Alférez, se reenganchó y cuando llegó a Oviedo ya era teniente y después llegó a Capitán, muy buena persona.
Otro, tan recto que, como hicieran una cosa mal, te hacía repetirla 100 veces, pero como lo hicieras bien, era un santo. Y otro de academia, más mayor y que se incorporó un poco más tarde, también buena persona y el primer mando que le dispenso un trato cercano y familiar, que le dijo un día.
Sé que no se te puede dar permisos, pero si un día estando yo de guardia, un domingo o un sábado por la noche, que quieras salir por ahí, vete por sectores donde no haya jaleo, que no te vean /respondiendo. Pero mi teniente, vamos a ver, cómo lo coy a culpar a Vd. porque si me cogen, aunque cambie de plaza o de sector, me van a llevar a la Principal o, donde sea en Farnesio, en artillería, en San Quintín, en.., que cada Dependencia tiene un cuartel distinto y pueden llevarme detenido a cualquiera.
Nada, quedaron así. (Se portó como un caballero, respeto mutuo y hasta llegó a tratarlo de tú y, a él también, pero en privado). Quedó muy agradecido y conserva el mejor recuerdo de él.
Tenían un caballo con buen aspecto, pero arisco y muy nervioso ante los uniformes, por la espuela que le metían y un día, un soldado que era de Valdesoto (cerca de Pola de Siero Asturias), le dijo que tuviera cuidado con aquel caballo, que estaba muy resabiado.
Era muy difícil de hacer la instrucción a los caballos, sobre todo, si están montados por muchos como los veteranos, muy difícil, pero él estaba acostumbrado desde guaje, a montar a pelo como un salvaje en yeguas, potros sin domar, en lo que hubiera y empezó a ir callado por la cuadra a darle un poco de pan, un poco de sal, hasta que ya se comportaba como una oveja.
Un día en la instrucción a caballo, que un chaval bastante inocente y amigo (también trabajaba como ramplero en el pozo María Luisa), al dar un salto lo tiró el caballo y cayó tropezando contra un peñasco. Descabalgó de inmediato a socorrerlo y al verlos un capitán, le amonesta /y dice. ¡Oiga pollo! ¿Quién le dio permiso a usted para echar pie a tierra?
¡Mi capitán! Mire en qué condiciones está este compañero, que no sé si está vivo o muerto (tenía una brecha en la cabeza y no hablaba).
Lo enviaron al botiquín que había en el cuartel, al mando de un médico militar que, al verlo lo envió directamente al hospital, donde llamaron para donar sangre (él se ofreció entre los primeros voluntarios).
A la hija del coronel le gustaban los caballos y quería ser amazona y trajeron un pura sangre español, o no sé qué, pero potro pura sangre y como vieran que sabía un poco de caballos, un día le dice un teniente. Buelga, ven conmigo. (qué querrá este, porque como había jugado al futbol, hacia la instrucción y la gimnasia y se le daba bien). Fueron al picadero y /dice. Yo no te voy a obligar eh, pero esto te va a valer mucho a ti, que hay que domar este potro que tiene solo 3 años o por ahí y está entero eh, que son la madre que los parió.
Conque, cógelo y tienes que amansarlo en el picadero, atado con una cuerda larga, e ir acariciándolo hasta que pase una temporada y que lo puedas ensillar, si se deja /y añade. Es para la hija del coronel y si te comprometes, no vas a hacer ningún servicio, ni de cocina, ni de otra cosa (no podía hacer servicio de armas porque no había jurado bandera).
En solo un mes se hizo con el potro y la silla ya la tenía encima a los 8 días y poco a poco sometido, con tan buena suerte, que se enteró el coronel y quería darle permiso.
Tuvo que contarle su situación y que no tenía permisos, que le tenían para declarar y poco más. El coronel pidió información y lo volvió a llamar /y dijo. Chico, te agradezco lo que hiciste, pero no te puedo dar ningún permiso.
Vale, vale /se lo agradeció, ¡A órdenes mi coronel!
En el cuartel, se nombraban los servicios y para determinadas tareas les facilitaban armas, como para salir de vigilancia en las Fiestas de Valladolid, que le dieron una pistola, con la advertencia de que no la podía perder, ni dejar que se la robaran y si tropiezan con un quinqui o algún compañero con el uniforme desabrochado, tenían que llevarlo a la Principal, lo que nunca hizo ni llevó a ninguno, pero un día estando de vigilancia con otro, ven un recluta que estaba descamisado, tirando tiros en la tómbola /y el compañero dice. Vamos a llamarle la atención.
No, vamos a decirle que no nos comprometa, que estamos de vigilancia de plaza y si nos ve un teniente o algún mando, nos arresta a nosotros con 8 días de calabozo, así que /dijo al descamisado. Oye mira, por favor abróchate y puedes seguir tranquilo, pero si no te abrochas nos estas comprometiendo, que estamos aquí para algo (él estaba jodido porque estaba perseguido y le caería la más gorda).
Y si, (se abrochó y lo dejaron).
Pasado un tiempo volvieron por allí y encontraron al mismo soldado, descamisado de nuevo /le dice. Oye, haz el favor, porque no quiero llevarte a La Principal, que te van a hinchar a hostias; En esto que sale el tombolero /y le increpa: ¡Tú eres un chulo!, eres un sinvergüenza.
¡Tu calla! Que a ti te están dejando la pasta /sigue el tombolero. Porque traes pistola y estas vestido de…
¡Me cago… ¡bastardo ¡hijo de mala madre! Voy a venir de paisano a por ti, a ver si tienes güevos para salir de ahí.
Volvió al día siguiente (sin pistola). ¡Oye, soy el sinvergüenza del otro día! (el tombolero se escondió detrás de la tómbola).
Otra temporada, estuvo de motorista en el Regimiento de servicio para un teniente coronel, que tenía un caserío de la virgen en Tordesillas (Valladolid) y que trataba muy bien a los obreros, aunque a él no le dejaba entrar en la finca.
De Farnesio a Tordesillas, hay unos 25 kilómetros y el teniente coronel iba en sidecar y él conduciendo la moto, que para eso les dieron clases teóricas y prácticas (y de la ametralladora Rovis polaca y la pistola 9 largo).
En una ocasión, iban de marcha con la moto BMW con sidecar y los llevaron a una finca, donde había melones y el teniente coronel, les dio permiso para coger lo que quisieran (no supieron de quién era la finca) y él, que no era egoísta cogió 4 o 5 melones, pero uno de Oviedo al que no conocía, cogió calabazas, a pesar del aviso de que no eran melones, pero marchó con las calabazas para el Regimiento, que sirvió “de risas y bromas” para el resto de la tropa.
El teniente coronel era una bellísima persona y no se metía con nadie, le pagaba un bocadillo de jamón y un vino de su bolsillo y también le dio el carné de conducir de 2ª, que podía canjearlo por el oficial de civil.
En Capitanía general, tenían garantía de que no le tocaban, ni le cortaban el pelo, pero le podían meter al calabozo y castigarlo a la imaginaria que se hacía de noche, mientras los demás dormían. A él le ponían imaginarias de 3 horas, como a todo el mundo.
Disciplina férrea y respeto hasta a un muñeco que le pusieran delante. Todas estas cosas pasaban y tenían que sacar pecho, para solucionarlas.
Tenían asignada una paga de 3,50 pesetas a la semana y los caballos 7 pesetas. Si rompían cualquier cosa, como un cristal, no había paga.
Era el mes de mayo, detienen a los que eligieron para las declaraciones (a él y al compañero), y como en las prisiones militares estaban con obras, los metieron con unos quinquis, que hablaban de fugarse y hasta llegaron a pensar que aquello era peligroso, que uno que subía descalzo con los codos y los pies, hasta el techo del calabozo (de más de 3 metros) y se dijeron, no nos pueden tener con gente como esta.
El calabozo tenía un ventanuco pequeño, con dos barrotes atravesados de hierro y otro tapiado de cemento y avisaron al cabo de guardia, que acudió /y pregunta. ¿Qué pasa Berto?
Diga al oficial de guardia, que nosotros somos mineros y no cometimos ningún delito y no queremos, ni tenemos nada que ver, con estos quinquis.
Vino el oficial de guardia, del mismo escuadrón donde lo destinaron (un militar estricto que como hicieras lo que mandaba y saliera bien, lo que quisieras con él) y pregunta. ¿Qué pasa Buelga?
Mi teniente, lo que estamos viendo aquí es que nos va a enfriar una bala, porque estos elementos… /y dice. Estos ya vienen de vuelta, Buelga. ¿Qué quería?
Que nos saqué de aquí.
Es que no tengo más que una celda de castigo, una celda húmeda.
Pues preferimos la celda húmeda, que correr riesgos aquí.
Bien. (y los trasladaron a una celda de castigo que no tenía literas y les dio unas colchonetas, para poner en el suelo y dos mantas y allí, quedaron tranquilos).
Salían a comer al comedor y al baño como si fueran terroristas, con escolta de dos compañeros soldados.
Eso era Farnesio, donde juró bandera dos veces, la primera con los reclutas al finalizar el campamento y la segunda cuando llego de cumplir la condena en Oviedo, un lunes de octubre (no recuerda la fecha), que le hicieron jurar bandera otra vez con los reclutas.
En Farnesio le sacaron la foto montado a caballo, en el escuadrón de caballería donde había, por lo menos 120 animales y que aparece en la entrevista de la Nueva España que le hicieron el 17 de junio de 2017.
La Fasa-Renault que estaba justo delante del Regimiento, donde estuvo jugando en el equipo con 5 soldados asturianos, dos jugaban en el Oviedo, uno en la Calzada, otro por ahí y él en el Delicias, que los invitó el presidente del Valladolid para partidos amistosos y, si jugaban fuera, les daba 200 pesetas si ganaban, 150 si empataban y si ganaban en casa 100 pesetas; Si perdían, no les daba nada, pero a él le ofrecieron un puesto de trabajo en la FASA /y dijo. ¡Quita palla! “como si dais millones” que me voy a mi casa echando leches.
Para contactar con el exterior, a su casa, con su novia…, escribía cada semana y para burlar la censura en la estafeta, por la que pasaba todo el correo del Regimiento, se valió de un cartero asturiano, que le dijo un día, cuando quieras enviar algo y no quieras que se enteren lo que escribes, me das las cartas a mí en mano y ya me ocuparé de enviarlas, sin que pasen por la censura, que allí lo leen todo.
A su madre no le contaba, ni lo que podía pasar. A la novia y a los hermanos, si les decía cosas, como que comían mal o lo que fuera.
Un día por la mañana, apareció un cura todo de negro, con graduación de Capitán, que era el Páter y tenían que tratarlo de capitán /y dice, así: Vengo a confesaros.
¿Es que nos van a fusilar? (el compañero le tenía pánico, él no y aunque no las tenía todas consigo, nunca se acomplejó.(aparece en la entrevista de la NE).
No, no. ¿porque están ustedes aquí?
No sabemos por qué estamos aquí, si no es porque somos mineros y participamos en un huelga. (el Páter se fue a ver al coronel y vino más tarde con la respuesta.
Si, ustedes son mineros y van a tener un juicio y los van a llamar a declarar en su tierra. (Van a llevarnos por ahí y nos van a pegar un par de tiros y a tirarnos… /pensó para él).
No cometimos ningún delito, ni robamos, ni hicimos daño a nadie; Participamos en una huelga y no tenemos nada que confesar. El páter, se marchó.
Esa misma noche los sacó una escolta, formada por un sargento y cuatro números, para llevarlos a la Estación de la Renfe hablando amigablemente de Farnesio con el sargento quien, ya cerca de la estación /dice. ¡Oiga! ¡Dígame, mi sargento!
¿No les dará por escapar eh? Porque tenemos orden de disparar a matar.
Pues conmigo, ¿a no ser que disparen porque quiera usted?
No se preocupe que no voy a escapar, fui a una huelga y pagaré las consecuencias que tenga que pagar, pero nunca pensé ni en desertar, ni en escapar de nadie.
Al llegar a la estación de Valladolid, llevaron una gran alegría al ver a más compañeros, que pensaban que estarían todos en la misma situación que ellos, porque estaban en San Quintín en Artillería, Intendencia, Sanidad, en la Academia de Caballería y eran todos conocidos de trabajar en el Pozo y claro, también había un corro enorme de guardias civiles, que los estaban guardando como si fueran terroristas que, en aquella época todavía no se conocía la banda terrorista ETA.
Al sargento firmó la entrega a la Guardia Civil que, a los otros, no les firmaron nada, aunque tendrían la misma responsabilidad de llevarlos a Oviedo, como a ellos.
Salieron de la estación de Valladolid sobre las 2,45 de la mañana.
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