Creo que me voy, sí, he decidido agarrar todos mis petates al vuelo, camisas, pantalones, sueños no cumplidos, botas viejas, ilusiones y creo que hasta la tele me llevo para ahorrarme doscientos dólares que me harán mucha falta. Con esa plata pintaré la casa y con otro tanto compraré muebles nuevos. Adornaré mi refugio de tal forma que por un tiempo me olvidaré de ese último paquete que no quise sacar de la mochila, sí, el mismo que dejé escondido y no he querido desenvolver.
Volverá a llenarse el lugar de amigos, asados charrúas, partidos de truco por las chapitas y un poderoso chocar de jarras cerveceras para brindar por lo vivido y lo por vivir. Mis ojos se llenarán de emoción por el reencuentro, volver a casa será cosa de ensueños.
Pero sé bien que cuando apoye mi cabeza sobre la almohada, nada me distraerá de tu ausencia, porque en ese instante de obligada soledad no podré desviar mi recuerdo de ti, de lo que fué y no pudo ser, lo que fuimos y no nos animamos a ser. Y tras malogrados intentos por dormirme esquivando las cuentas de mi corazón, tendré que desenvolver el dichoso paquete, y más vale que no quede ningún nudo por desatar. Le quitaré el polvo acumulado por el tiempo de negación y removeré la costra de los miedos. Una vez lustroso, será usado para adornar el living de mi casita, mis amigos al entrar lo mirarán y comentarán que combina con la pintura de las paredes, dirán que el vino que me traje de Chile es riquísimo y que de verdad lamentan que no haya funcionado lo nuestro. Pero el segundo vaso de Carmenëre desviará la conversación hacia días de camping, buenas olas y lo hermosa que es la nieve. Reiremos como en los viejos/nuevos tiempos y nos embriagaremos de compañerismo hasta el momento de la partida, donde el abrazo fraterno y el estrechón de manos anunciarán mi tan anunciada y viajera soledad. Ese apoyar mi cabeza en la almohada de cualkier frontera, donde la ecuación de mis añoranzas se reduce a un solo factor,
Tu ausencia . |