Quiero más el aleteo silencioso,
de delicadas mariposas,
que el sonido estruendoso
de cristales resonando
en mis oídos.


Quiero más de esa danza inquieta
sobre los verdes telares,
en busca de trozos de sol,
de tardes alegres
y frutos rojos.


Gusto de suaves caricias
de vivos colores.
Trazos encendidos de vida.
Silbidos amarillos y rojos
sobre mis oscuros ojos.


No quiero realidades armadas,
desde los dedos gastados,
en el plano universo.
Historias de mundos atrapados
en relatos finitos,
a estrechas pulgadas,
confinados.


No quiero el sonido
que horada el cerebro,
queriendo despertar la vida,
con quejas de anonimato
y gritos de presencias desechables
en cuidado formato.


Gusto del dulce balanceo
que embriaga todos los sentidos
de la existencia humana.
No quiero, a la distancia,
la estrecha imagen
sobre la negra pantalla,
como colorida mancha,
que nos recuerde la vida.


Gusto que me envuelvan
los rayos de sol que queman
y me toque el viento frío que hiela.
No dejes que duerma la vida,
sentado en la mullida silla,
con la luz apagada
y la pantalla encendida.