Juró vengarse a cómo diera lugar. No estaba dispuesto a irse de este mundo sin ajustar las cuentas con Mariana. Su sed de venganza aumentaba cada día. Ella lo había abandonado sin ninguna explicación, aunque los que la conocieron, aseguran que ella tenía motivos de peso para ausentarse de su vida.
La buscó por mar, aire y tierra y nada, todo parecía indicar que se había escondido en el lugar más secreto del mundo, tal vez en una biblioteca infinita o en un bosque inmenso. Lo cierto del caso es que estaba difícil de encontrar. El tiempo siguió pasando y ella salió de su escondite, pues no le tenía miedo, es más, hasta fue a pasearse a los lugares donde él solía hacerlo. Ella sé fue a vivir a un hotel al que solía ir con Manolo. Ahí hacían el amor con mucha pasión. Manolo había ofrecido una recompensa a quién le diera noticias de ella. El administrador del hotel quería ganarla y no le importó que fueran las doce de la noche y llamó a Manolo, al escuchar la noticia salió veloz como el viento. Subió al quinto piso, tocó en la habitación 523 y Mariana dijo:
-No tengo tiempo para atender a extraños.
De inmediato él respondió:
-No soy ningún extraño.
Sin temblarle la voz, ella contestó:
-Yo no he pedido vino ni comida.
-Manolo, replicó:
Yo traigo algo mejor que eso.
Ella un tanto intrigada, contestó:
-Entonces, siga.
Manolo entró enseguida, guardó su pistola en el bolsillo del gabán y la mató a punta de caricias y besos. Ella, después de hacer el amor, lo mató a punta de versos.

Pedro Moreno Mora