Las mismas caras se repetían. El asado ya se había reducido a una pila de huesos y grasa y en la noche veraniega que iba transformándose en madrugada, sólo cuatro comensales sobrevivíamos a la reunión grupal.
-¿Tomamos un fernet? –propuso Fernando mientras masticaba el escarbadientes.
Todos aprobaron, algunos con un “dale”, otros con apenas un gesto.
Gustavo apagaba las cenizas e informaba al futuro “cebador”:
-La Coca la puse en el freezer, y sacá el hielo que dejé en los potecitos de Danonino de la Pompis.
“Nada se pierde, todo se transforma”, aún los potes de los postrecitos de la hija de Gustavo, para mutar en moldes para hielo y evitar el odioso tamaño de los pequeños hielos que forma la cubetera.
Gabriel empezó el ritual de la mezcla, puso fernet suficiente para comenzar con un 30-70-2 (30% de fernet, 70% Coca y dos hielos) y al momento de abrir la Coca de dos litros y medio, miró el dorso de la tapita amarilla y dijo:
-Oh, mirá: una cuatro por cuatro.
Nadie desaprobó el chiste, pero tampoco ninguno se rió por lo trillado del chascarrillo.
Mientras miraba cómo Gabi llenaba la jarra con el cuidado de no hacer suficiente espuma para incomodar la espera, pregunté:
-¿Y si hubiera sido cierto?
Gabriel levantó la vista como pidiendo que sea más concreto.
-¿Y si en verdad hubiera un premio en la tapita? ¿Qué haríamos?–completé
-La repartimos entre los cuatro –fue la primera respuesta de Fernando.
-Sí, pero la Coca la compramos entre todos los que inicialmente asistimos al asado, creo que habría que repartirlo entre los diez que estuvimos hoy –fue la respuesta de Gustavo mientras venía con la palita llena de cenizas para depositarlas en el basurero.
-¡Que se caguen! Si se fueron temprano, problema de ellos, aparte no tienen por qué enterarse –terció Gabriel apoyando la moción de Fernando.
-A ver –organicé- vamos del comienzo: supongamos que en medio del asado, uno es el primero en abrir la botella, mira la tapita y ve que tiene premio, ¿lo dice?
-Correspondería –dijo Fernando.
-¿Por qué hablás en potencial? ¿Acaso vos te harías el pelotudo?
-No, no… -dijo dubitativo Fernando- digo que el ve que hay premio, debería decirlo.
-Pero yo digo si vos lo abrís… -aclaré.
-Perdonenme… ustedes son mis amigos, yo los quiero mucho, ya lo saben, pero con la impunidad que me dan los vinos que me tomé, les digo la verdad: Yo me hago el pelotudo, me guardo la tapita y no le digo a nadie –contestó con “sincericidio” Gabriel.
-¡Sos un hijo de puta! –se rió Gustavo mientras prendía un cigarrillo- no… yo lo digo, no sé si me aguantaría la emoción, aparte me sentiría para la mierda escondiéndolo.
-Sí, qué se yo, por ahí me sale por la alegría, yo te lo digo frío, pero por ahí lo digo y después me arrepiento –reflexionó Gabriel.
-Yo depende –fue la escueta e incompleta respuesta de Fernando.
-¿De qué? ¿Del premio? –pregunté.
-No, depende el momento. Si es al comienzo del asado por ahí me hago el boludo, pero si es ahora, por ejemplo, donde somos cuatro y si bien la Coca la compramos entre diez, se abre cuando somos cuatro, como dije al comienzo –Justificó Fernando.
-Mi teoría es más compleja –dije, y no supe por dónde empezar- depende más aún del momento: Si se abre en el asado, me parece que corresponde repartirla entre todos. Ahora, si se abre en este momento que somos cuatro, ¿realmente se merecen los otros seis, que después que se fueron a sus casas, al otro día llamemos y les digamos que tienen un décimo de una camioneta? ¿Y si la coca nunca se abría porque todos nos íbamos temprano? Si nosotros no abríamos la Coca nadie ligaba nada. Es más, como la sacamos a consignación, se la tendríamos que haber devuelto a la kiosquera de la esquina. O tal vez Gustavo la abría al otro día y veía el premio, ¿qué tendría que hacer? ¿llamar a los diez, llamar a los cuatro, no decir nada?...
-No sé para qué tanto quilombo, nos ponemos a pensar qué pudo haber pasado por una tapita de mierda que lo que realmente dice es “Siga Participando” o tiene un código que lo marcás en el celular y no tiene un carajo –volvió a la realidad Gustavo- ¿A ver, mostrame, qué tiene esa tapita?
-¿Qué tapita? –respondió Gabriel.
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