Al final parte 25
El lunes por la mañana en los dos hospitales estaban enterados de lo que había pasado con la parejita. A Israel los felicitaron en el hospital al igual que a Oscar.
Mientras Oscar daba su primera ronda por el hospital se encontró con un médico.
-Felicidades – le dijo Martín Cordero.
-Gracias – los dos se saludaron en el comedor del hospital.
-Te casas. Me da gusto. Te lo mereces ¿para cuándo la boda?
-No tenemos fecha. Estamos planeando todo. Pero tendrás tu invitación.
-Debo acompañarte.
El hombre dejó los papeles que traía en la mano para pasar a comprar un café.
- ¿Tienes mucho trabajo? – preguntó Oscar.
-Algo. Hace dos semanas llegó una pareja, pareja gay. Tuvieron un accidente, uno de ellos necesitará rehabilitación en la pierna derecha. Al otro le fue mejor, fueron pocos los golpes. Les salió barato, el automóvil quedó destrozado - Martín explica.
-Eso es suerte.
-El problema es que el cirujano que operó a Christofer es externo y sus servicios tienen otro precio.
-Oh, entiendo.
-No tienen para pagar la cuenta. Mira.
El médico le mostró el expediente y vio que el primero registro decía Christofer Acosta y el otro decía Gonzalo Escalante.
Hizo una pausa ¿Gonzalo Escalante? Tenía que comprobarlo por él mismo. Los dos médicos siguieron con sus actividades. Oscar se fue a meter a hospitalización. Fue al pabellón donde se encuentra la camilla 52 y 53. De reojo lo vio, a Christofer no lo reconoció, pero a Gonzalo sí.
Gonzalo ya podía caminar sin problema mientras que Christofer necesitaría la silla de ruedas. El hombre salió a la caja del hospital.
-Señorita ¿Cuánto debemos? – preguntó Gonzalo.
-El total es de cincuenta mil pesos.
- ¿Habrá algún descuento?
-Lo siento.
-Gracias.
Mientras tanto, Oscar veía por sus propios ojos la desgracia. Después de pensarlo tanto, decidió llamarle a su futura suegra para informarle lo que pasaba.
- ¿Hola? – respondió del otro lado de la bocina.
-Nuria ¿Podría hablar contigo?
-Claro ¿Qué pasó?
-Es sobre tu hermano.
- ¿Mi hermano?
-Sí.
Oscar le informó lo que pasó con su hermano Gonzalo. Ya habían pasado años desde que él no hizo nada cuando Roberto la corrió de la casa. Y que su hermano nunca la buscó para ofrecer ayuda. Mientras que años más tarde, su propio hermano secuestró a su hija pequeña, Nuria, dolida por lo que su hermano había hecho.
-Está bien. Entiendo. Te voy a pedir algo. Mañana te veo en el hospital a primera hora.
-Claro. Me llamas cuando estés aquí.
El martes, Israel se levantó como siempre, a las cuatro de la mañana, hizo ejercicio y al cuarto para las seis se fue al hospital, Emilio se fue trabajar, Alex a la universidad, Camila a la primaria y Abraham al kínder. Movió sus citas con los niños por la tarde para ir al hospital. La mujer fue vestida sobria, toda de negro. Era como un luto.
-Está en la cama 52 - le informa Oscar.
-Primero quiero ir a la caja.
- ¿Vas a pagar la cuenta? – le pregunta Oscar.
-Claro. Yo no tengo atole en las venas – respondió Nuria.
Los dos se dirigieron a la caja.
-Doctor ¡Qué milagro que venga a vernos! - le dijo la secretaria del otro lado de la ventana – ya nos enteramos. Felicidades.
-Gracias. Ella es mi suegra – dijo Oscar. Fue extraño decirlo.
-¡Santo Cristo! Señora. Pues su hijo es afortunado en tener a su lado un médico tan guapo.
-Lo sé – respondió Nuria.
-Vinimos para que nos diga cómo va la cuenta de la cama 52 - Oscar interviene.
-Si me dice el nombre, mejor.
-Gonzalo Escalante – respondió Nuria.
-Claro.
La secretaria revisó su computadora.
-Aquí está. Hace un rato vino un joven. Pedía un descuesto, pero es imposible.
- ¿Cuánto es? – pregunta la hermana.
-Son cincuenta mil pesos.
-Cóbrese de aquí la mitad – dijo dando una tarjeta de crédito – y en efectivo el resto.
- ¿Usted lo va a pagar? – preguntó la secretaria sorprendida.
-Que sea confidencial – Oscar le dijo en voz baja – que nadie sepa que ella pagará la cuenta.
-Está bien. Una vez realizado el pago le informo al médico.
-Ahora – Nuria se dirigió a Oscar – te voy a pedir que no le digas nada a Israel.
-No te preocupes. Eso no pasará – difícil porque Oscar no tiene secretos con Israel.
Nuria le pidió que se esperara un rato antes de avisarle al médico primero quería hacer algo.
Gonzalo estaba hablando por teléfono cerca de los elevadores. Negociaba con el banco un préstamo. Mientras eso pasaba, Nuria fue al pabellón donde estaban ellos. Le pidió a Oscar que vigilara la puerta.
-Hola – dijo Nuria.
-Hola. Mi pareja no está – dijo Christofer.
- ¿Me puedo sentar?
-Sí – respondió Christofer extrañado.
-Soy Nuria Escalante, hermana de Gonzalo.
-Gonzalo está negociando un préstamo con el banco.
- ¿Cómo estás?
-Mal. Necesitaré rehabilitación. Tuvimos un accidente. Discutimos mientras él manejaba. Es que maneja como loco. No se fija la pasar las calles y avenidas. Tú y él no…
-No - Nuria se levantó de la otra camilla negando con las manos - Solo vine a decirte que pagué la cuenta.
- ¿Tú? Pero ¿cómo supiste?
-Eso no importa. Solo te voy a pedir una cosa. No le digas nada. Te deseo pronta recuperación.
Nuria sentía que había saldado una cuenta pendiente. Sus hijos le habían enseñado que la vida es corta. Ella y Gonzalo no se querían, pero ella no se quería sentir culpable por ello.
Gonzalo regresó al pabellón y vio al médico dar un par de instrucciones.
- ¿Me entendió? Nada de esfuerzos. Tiene que estar en reposo. Búsquese una buena rehabilitación – le recomendó Martín.
-Claro, doctor.
- ¿Qué pasa? – preguntó Gonzalo.
-Ya se pueden ir. Aquí está su pase de salida.
-Pero, falta pagar la cuenta.
-Ya lo hicieron – respondió Martín.
- ¿Cómo?
-Ya se pueden ir – Martín dijo de nuevo.
Christofer tenía ganas de decirle a Gonzalo que su hermana había pagado la cuenta. No lo hizo porque sabía que tendría problemas. Era mejor callar.
Por la noche en el estacionamiento, Martín se encontró con Oscar.
- ¿Vas a ver a tu novio?
-No. Él sale a las ocho y yo a las seis. Nos vemos los sábados y domingos.
-Sabes. Pagaron la cuenta de la pareja que te platiqué.
- ¿De verdad? ¿Quién?
-Un alma caritativa. Pero da pena porque la pareja discute todo el tiempo. Pero eso no me incumbe. Nos vemos, cuídate.
-Cuídate, amigo - dijo Oscar mientras abre la puerta del automóvil algo consternado por la decisión de su suegra, pero no era su problema.
Continuará…
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