Nota: El siguiente relato es lo que un niño produjo por la falta de información, típica de los adultos de la época.
Buscando A Mi Tía
Algo que me obliga mentalmente a descender por una angosta curvatura de mi río. É imaginar aquel portón de entrada, desde el cual sé nos hacía visible cualquier visita llegada al bohío. Y lo que seguía era la voz cantarina que a un niño de tres años le alborotaba el corazón. Y es que élla siempre venía con las manos ocupadas con algo relativo al monte. Pero que con eso lograba asombrar a quién también vivía en un campo.
Entonces, sonaba el pregón de su hermana(mi madre), que era cómo el desborde de una alegría contenida durante un tiempo fuera del alcance mío. Y lo de ser su sobrino, quebraba en dos partes el motivo que mi madre le imprimía al encuentro. Que luego de aquietar al niño, se entraba en lo que con mi breve estancia en el mundo, más el grupito de palabras castellanas que conocía, ambas, me provocaban una especie de sordera total.
Por eso, después de nosotros(la familia) habernos acercado un poquito más al pueblo, yo no perdí lo que el tiempo de grande, pudo haberme borrado por completo. Sino qué, al contrario, se acrecentó con mi otro traslado al lado de arriba del poblado, tan grande para mi, qué al caminar por varias de sus calles junto a mi abuela paterna, recuerdo que le pregunté: qué sí aquel pedazo era la capital. Pero todavía hoy, la idea que existe, es que a la tía Goya debió de habérsela tragado la tierra.
Lo cual, aunque no nos consta cómo, literalmente pasó. Y al presente me parece, que el tener que olvidarla, fue una involuntaria imposición. Y que sólo un rumor desformado por lo que tardó en llegar, nos forzó a imaginar su historia. Qué podría contarse con menos de cuarenta y cuatro palabras: “una tarde nublada, un hombre de un campo de la provincia Espaillat, la hizo su mujer. Y también dos veces madre. Más, en una fecha incógnita para los que somos parte de su origen, tuvimos a la fuerza que crear su triste final”.
¡Descansa en paz tía Goya!
|