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La librería.

En mil novecientos veinte, en un pequeño pueblo una librería era algo no muy usual, pero el matrimonio de Anna y Gustavo lo consideraban imprescindible, ellos eran dos intelectuales muy modernos, recién casados y con muchas ilusiones que creían que las personas deberían acostumbrarse a leer más, aunque fuera en un pueblo chico.
Al principio, como todo negocio nuevo, les costó muchas horas de sueño al llegar a fin de mes, la gente aún no se acostumbraba a leer más que lo necesario y estaba lo otro, muchos no sabían leer.
Pero poco a poco las cosas fueron cambiando para ellos, no sólo vendían libros y revistas, sino que, fueron agregando otras cosas como alfajores y refrescos y así, aunque no se vendieran tantos libros, el resto de la mercadería los suplantaba.
Al año el primer hijo del matrimonio estaba por nacer y tan rápido lo hizo que no tuvieron tiempo de salir hacia el hospital que estaba a varios kilómetros de distancia y en una carreta jamás llegarían.
Anna le dijo a Gustavo que tendría que llamar a la comadrona, así le llamaban a la partera en el pueblo y que por favor se apurara porque él o ella venía muy de prisa.
La librería se transformó en una sala de parto donde Gustavo un tanto mareado sostuvo por primera vez a su hijo ya que la partera al llegar, el niño ya había nacido.
Por suerte todo estaba en orden, tanto la madre como el niño se encontraban en perfecto estado de salud.
Así llegó al mundo Benjamín, entre libros, un hermoso niño de más de cuatro kilos. Eso se supo unos días más tarde ya que en el pueblo no había balanzas para bebés. Pero la partera estaba tan acostumbrada que sólo de levantar al niño podía decir casi exactamente su peso.
Benjamín era un niño tan alegre que, en lugar de llorar, como lo hacen todos los bebés, al nacer, esbozó una sonrisa tan tierna que hizo llorar a su madre de felicidad.
El pueblo entero se dio cita en la librería para conocer a ese prodigio de bebé que sonreía en lugar de llorar y que sería la bendición para sus padres.
De más está decir que Benjamín no sólo nació entre libros, sino que era tal el amor que sentía por ellos que siendo aún muy pequeño aprendió a leer y a escribir sin necesidad de ir a la escuela, sus padres se encargaban de su educación, algo que por aquella época era muy común.
A medida que el niño crecía, el negocio lo hacía también, la gente quizá debido a la alegría y bienestar que se sentía al entrar en él, comenzó a querer leer más y enterarse de cosas que antes no conocían.
Fue así que cierta vez, al estar próximo el cumpleaños de Benjamín, sus padres le preguntaron qué deseaba de regalo a lo que el muchacho les respondió que le agradaría tener una máquina fotográfica.
Esto no asombró ni a Anna ni a Gustavo que conociéndolo se imaginaban que eso sería un pasatiempo para él y el día de su cumpleaños, allí estaba su tan deseado regalo.
Benjamín agradeció mucho tan hermoso obsequio y la primera fotografía tomada por él fue a sus padres ya que así de felices los quería recordar para siempre.
Al poco tiempo el muchacho habló con ellos de un proyecto que tenía y que si ellos lo ayudaban pronto sería una realidad.
Con su ayuda, podría fotografiar todo lo hermoso del pueblo, atardeceres, flores silvestres, niños jugando, ancianos paseando, animales sueltos en el campo e infinidad de cosas que la gente, aunque las viera todos los días, quizá en un libro las pudiera apreciar cuando quisiera.
Esa idea fue creciendo en su mente y al fin llegó el día en que pudieron publicar el libro de fotografías de Benjamín. Ese fue su primer éxito, no quedó ni una sola persona que no quisiera tener ese maravilloso libro, luego llegarían libros para niños ilustrados y tantos otros.
Y la vida continuó, por supuesto que el pueblo fue creciendo y Benjamín, antes de los éxitos de sus libros, fue a la escuela y al liceo como todo niño, aunque ya supiera lo que allí enseñaban, él quería estudiar y conocer gente nueva y lo que todo muchacho desea, enamorarse.
La partida de sus padres, Anna primero y al poco tiempo Gustavo, lo dejó muy triste, pero sabía que ellos jamás se irían del todo, en aquella primera fotografía los recordaría tal cual eran, padres felices y sonrientes que siempre estarían junto a él.
Benjamín se casó y tuvo hijos que, igual que él, trabajaban en la librería, aunque alguno se hubiera ido a cumplir su sueño en otra ciudad. Luego vinieron los nietos y hasta los hijos de sus nietos.
Benjamín vivió hasta los cien años siempre en su librería, aunque ya no trabajara, no podía dejar de leer y los domingos, cuando no había clientes, se reunía siempre con algún libro interesante en un banco de la plaza esperando a los niños que al verlo acudían a pedirles que les contara algún cuento o leyera un libro.
Así vivió y murió Benjamín a sus cien años, rodeado de su familia voló a encontrarse con los que antes que él, también habían partido.
Los que lo conocieron dicen que suelen verlo recorriendo la librería que aún existe en un pueblo lejano de cualquier lugar, pero más próspero que ninguno.

Omenia
18/11/2023



Texto agregado el 20-11-2023, y leído por 133 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
22-11-2023 Que hermosa historia, Ome, me encantó, toda la vida de Benjamín, el paso del tiempo en un suspiro, maravilloso. Gracias. gsap
21-11-2023 Hola es una bonita historia, pero parece biografía, y no lo digo por molestar, mas bien para que trates de usar recursos narrativos como metáforas, alegorías, paradojas, etc. El tema te da para moldearlo mas. Es mi humilde opinión. Pablishus
21-11-2023 Toda una familia atendiendo su librería, muy bonito, y muy sentido***** Abrazos Lagunita
21-11-2023 Disculpa, léase aplaudo yosoyasi
21-11-2023 Tus cuentos siempre dejan un algo de nostalgia y como siempre lo apaludo yosoyasi
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