Aquella mañana comenzó con un amor de escondidas y grillos de árboles de la esquina, a la noche un niño hacía ovillitos entre tus brazos. Aquella mañana era lindo esconderse detrás del tubo gas, ahí en ese rincón donde tus rodillas rozaban las mías, y tus labios con los parpados abiertos casi miraban a los míos, y después pica, último salva a todos, hasta la noche donde todo era tan calentito en el hueco de tus brazos. Aquella mañana bailaron las pinturitas que fueron el osito junto a la bolsa de mielcitas debajo de tu banco, para que vos no me mires, y yo te quiera mas, y yo vuelva al osito y a las mielcitas para que vos me digas gracias, y me des un beso, y yo colorado, y a la noche en la cama vos como esa almohada calentita entre mis brazos. Aquella mañana conocí una vuelta más de la calesita cuando un guiño de tus caderas me regalaron la sortija. Después el mundo una cadera, y yo pagando boletos para deslizarme por ellas a la laguna de cosquillas y sol azul, mis deditos tocando melodías en todos los pianitos y volver del centro y el colectivo y los ojitos inquietos como la mente para al encontrar a una princesa y embobado correr, cantar, comer, vestir, pensar, leer, hablar, ahorrar, escribir, ver por los poros de ella, y a la noche desesperar por el otro día en que algo o casi todo de mi estará calentito entre sus brazos. Aquella mañana jugamos a la escondida y una rama se quebró y vos caíste contra el piso de una forma tan común y yo te miré y vos me miraste y creo que nos miramos porque esos eran tus ojos y estos los míos y con un rencor de amistad de despueses vos seguiste por la cuadra en que yo doblé en la esquina y ahí si me subí al caballito blanco vestido de azul, y cabalgué las cordilleras con latitas de cerveza en las manos y sonrisas y bailecitos raros que despertaban tus sonrisas y esas otras cosas mas que descubría en los rincones bajo las luces y el barullo abrumador y los pibes riendo y el ego suelto y a las noches era lindo ovillarse calentito en los brazos de ella y de ella también. Aquella mañana entre el tubo de gas y la pared había un huequito que era la excusa de la escondida donde tus labios contaban uno, dos, tres, cuatro, veinte, treinta, tantos besos, tantos ositos y centavos derrochados en mielcitas solo para el rubor de la mejilla y las vueltas de las calesitas y las sortijas en las caderas de las plazas, de la escuela, de la cortada donde ya no había escondidas solo deditos tocando melodías en pianitos imaginados y leer, escuchar, temblar al elegir la colonia y el buzo lleno de pelusitas que te abrazaría y que alguna vez se teñiría de azul como un príncipe embriagado cruzando cordilleras de bar en bar y falda en falda buscando un cuarto menguante para completar la luna y cuando me quedaban dos vueltas en la calesita y llega el momento de bajarse estabas tan ahí, sonriendo, como esperando como, como si supieras que un kaleidoscopio en el fondo son las mismas piedritas y yo la que faltaba para adornar tu pecera, y el pez rojo, y el azul y las burbujas y el agua tan calentita como calentito un niño a la noche jugaba con pelusas y ovillitos en el hueco que había entre el tubo de gas y nuestros brazos.
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