El Falso Poeta
Jober Rocha
Queridos lectores, rindo aquí homenaje a los amantes de todos los tiempos; así como también me inclino ante aquellos poetas y escritores que, a lo largo de la historia de la humanidad, tan bien supieron cantar el amor en prosa y en verso.
Creo que el amor, entre todos los temas, es el más buscado por los lectores de poesía y estoy seguro de que es el que más moviliza a los poetas, a pesar de ser uno de los temas que más imaginación y emoción demanda de los escritores que se aventuran en eso.
Un bonito poema de amor es difícil de crear para alguien que no se siente enamorado. De la misma manera que lo hacen los actores de teatro, que necesitan asumir la vida o 'meterse en la piel' de los personajes que interpretan para poder desempeñar bien sus eventuales papeles, un poeta, para poder escribir algo que se traduzca en un hermoso amor. La poesía, necesita comulgar con ese sentimiento de amor en tu vida privada, porque, de lo contrario, tu poesía será sólo una entre muchas otras.
Las declaraciones de amor a la persona amada, o cualquier otra expresión de sentimientos, comunicadas entre una pareja que se ama, normalmente tienen las características de confesiones; porque, además de que la mayoría de las veces se dicen en voz baja y ahogadas por la emoción, casi siempre están destinadas sólo a los ojos y oídos de la otra parte y, apenas se pronuncian, transmiten la sensación de un secreto compartido que, llevado por dos a partir de ese momento, pesará menos en quien lo pronunció.
Muchos están convencidos de que la poesía debe guiarse por reglas rígidas de métrica (escansión, sinéresis, diéresis y hiato), de sílabas (isométricas, heterométricas y libres), de rima (emparejada, cruzada, abrazada, interpolada y seguida) y de valor ( pobre , rico, raro, preciso e imperfecto). Si así fuera, los amantes se verían impedidos de alabar en verso a su amada criatura; ya que, en su mayoría, desconocen estas reglas y sólo les preocupa el tema sobre el que escriben. Confieso, respecto a estas reglas, que no las conozco ni las sigo. Una sola frase, a veces, es mucho más poética que un soneto completo y habla mucho más que el soneto al corazón de un lector apasionado.
Me veo obligado a reconocer que la Poesía, para mí, se asemeja a la imagen de una mujer desconocida y extraña, contemplada desde lejos y con la que ciertamente no tengo ni tendré la más mínima intimidad. Haciendo un esfuerzo considerable por parecer amigable, intento, a través de los pocos poemas que de vez en cuando me atrevo a escribir, saludarla con un ligero movimiento de cabeza; sin embargo, estoy seguro que si depende de ella nunca seremos amigos cercanos.
Puede que incluso, ante mi insistencia, participemos juntos en uno u otro evento cultural, pero sé que en esas ocasiones ella me mirará con ojo crítico y, si me sonríe, lo hará con ese ojo amarillo que traduce una indicación de que está profundamente avergonzada.
Por mi parte, viéndola más de cerca, me veo obligado a considerar que, si bien es hermana de la Música y de los Himnos, prima del Cuento, de la Crónica, del Ensayo, del Romance, de las Novelas y de las Fábulas, sobrina de la Sátira, de la Farsa y de la Tragedia (géneros que lograron desarrollarse, crecer y conquistar con mayor facilidad el mundo de la Literatura), ella, tal vez, por tener pocas palabras y un carácter más introspectivo, quedó restringida a unos pocos fervientes admiradores y parece, incluso, demostrando cierta satisfacción por estar un poco aislada en el ambiente literario, tal vez con la esperanza de ganar tiempo a la espera de proyectos más importantes.
No quiero romper la verdad dando la falsa impresión a mis más fieles lectores de que soy amigo del resto de esta gran familia cuyo nombre de bautismo se llama Literatura; es decir, que tenga mayor intimidad con sus hermanos, primos, tíos y demás familiares. El único mérito que tengo es que vivo en el mismo barrio y puedo verlos de lejos, a veces incluso cruzándome con alguno de ellos por la calle o conduciendo. La observación constante de esta familia, sin embargo, me ha permitido, al menos, copiar su vestimenta, sus modales, sus costumbres y su lengua. Quienes no me conocen podrían incluso pensar que soy realmente un poeta ...
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