Inicio / Cuenteros Locales / dagalan / Fábula: El león confiado
A la orilla de un río una manada de leones acude a beber. El jefe deja colocado junto a un árbol cercano al agua un pedazo de carne, resto de un ciervo recién cazado y luego se aleja distraído a saciar su sed.
En esto está cuando de repente ve que algo parecido a una piedra medio hundida en el lodo se mueve sigilosamente hacia el árbol donde está el alimento y tronchándose en dos hileras de colmillos lo aprisiona. Es un caimán que atraído por el olor de la carne ha abierto su boca y le hurta su comida. Entonces el león dando un salto corre hacia el reptil antes de que éste se sumerja en el agua y escape con lo que es suyo. Cae sobre su lomo y lo despedaza. Regresa con su alimento recuperado y con la rubia melena manchada de sangre y lodo. Entonces dice ufano a sus compañeros: «Hay algunos que olvidan que por algo nos llaman los reyes de la selva. Somos los más fuertes» y los demás leones admirados le felicitan.
Días después dos hombres provistos de escopetas se encuentran con el león y le disparan. Al momento el león siente un extraño sopor y queda dormido. Se despierta más tarde dentro de la bodega de un barco junto a otros animales capturados. Entonces escucha en cubierta: «El propietario del circo nos dará mucho dinero por él» Tiene que escapar. Mira a su alrededor: en el alto de las paredes de la bodega una estrecha claraboya, a su lado derecho un par de ardillas retozan ajenas a la gravedad del momento y a su izquierda una jirafa, a la que en otras circunstancias no hubiera dudado en comer, le observa aterrorizada con sus ojos de largas pestañas. Se remueve entonces en el interior de la malla que lo inmoviliza y trata de rasgarla pero es inútil. Se pone a pensar y al cabo de un rato así se dirige a sus compañeros de viaje: «Ustedes, ardillas, miren que juego se me ocurre: A ver quién de las dos tiene mejores dientes y quien más eficazmente puede emplearlos. Acá vengan para roer estas duras cuerdas que me aprisionan que yo daré fe de la ganadora» Y escuchando esto, las ardillas se aprontan a jugar como les propone el león sin saber que a la vez lo liberan. Luego el león habla así a la jirafa: «Estoy hambriento y quisiera comerte; más para salvarte de mi hambre te propongo que agaches la cabeza y me permitas por tu cuello trepar hasta alcanzar aquella claraboya por la puedo escapar» Y la jirafa llena de miedo obedece. Nadie quiere ser comido.
Encaramado ya a la claraboya salta fuera del barco. «Estoy libre» ruge triunfante mientras se precipita al agua. Comienza a nadar ayudado por la corriente del río. Quiere alcanzar la orilla en la que se encontrará con los demás leones y a los que ahora contará la hazaña de su fuga. Entonces una sombra alargada se coloca bajo sus patas y el león al verla se estremece de terror. Es otro caimán, pero esta vez el león es devorado sin poder hacer nada: dentro del río no es el más fuerte.
Nadie es absolutamente débil o fuerte. El grado de la fuerza depende entre otras cosas del medio donde uno la ejerza.
11 de noviembre de 2023
David Galán Parro |
Texto agregado el 11-11-2023, y leído por 118
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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16-11-2023 |
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Hasta el más débil tiene alguna fortaleza cuando se encuentra en su propio hábitat. Muy bueno tu texto! Clorinda |
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12-11-2023 |
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Sí, según el hábitat, pero la astucia es muy importante también. El león se habría salvado si toda su estrategia la hubiera llevado a cabo en tierra, entonces ¿qué falló?. Buena y necesaria fábula. Saludos, sheisan |
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12-11-2023 |
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Muy linda tu fábula yosoyasi |
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12-11-2023 |
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muy buena tu fábula, habla de competencias y destrezas, te felicito, saludos alejandroeder |
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11-11-2023 |
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Según el hábitat. TETE |
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