Miraba un reportaje de la NASA respecto al desvío provocado a una piedra gigante que podría haber chocado con nuestro planeta. Y que cómo el enfoque desde fuera hacia la tierra no tenía la distancia que la empequeñeciera tanto, se podían ver en el video, sus dos giros más importantes: el de rotación y el de traslación. Pero el contemplar esa maravilla me llevó a lo que se afirma, de que las cosas del mundo se dan en pares opuestos.
Pero que, y muy a pesar de su inclinación(la tierra) de 23 grados hacia la derecha con relación a la verticalidad del astro rey, se comprueba que al Norte se le opone ciertamente el Sur, cosa que no pasa con el Este y el Oeste. Porque su constante movimiento circular de más de 1,600 kilómetros por hora, no para ni por un segundo, a un lado frente al otro. Por tanto y a pesar del giro permanente, jamás dejan de ser: la parte de arriba(norte) y la de abajo(sur).
Sin embargo, esa observación me trajo de golpe a lo que ocurre con el ser humano. Y a lo todavía aún más común: nuestra conducta. Y es que nos encanta desordenar las cosas en pares: el feo y el bonito, el pelo bueno y el malo, el grande y el chiquito, el viejo y el joven, el blanco y el negro, lo largo y lo corto, lo seco y lo mojado, el inteligente y el bruto, el oloroso y el hediondo, el quieto y el inquieto, lo limpio y lo sucio, el rápido y el lento, el enano y el gigante y hasta, entre muchas otras aberraciones, el amo y el esclavo.
Entonces aquí me vino la inquietud por saber sí cada lado es proporcional con su adverso. Ó sí creer que el crecimiento de ambos polos es constante é igual. Y quise entender, sí lo del rico y el pobre sé da por generación espontánea. Aunque pudiera tal vez ser que uno fabrica al otro. Y mientras pensaba y hacía cálculos, llegué de golpe al presente de mi patria.
Pero que como duré tanto tiempo cavilando, perdí el sentido de relación. Ganándome la pérdida de la razón. Por lo que ahora no puedo descifrar lo que pasa con el par más famoso de todos: ¡el del honesto con el ladrón!
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