La desigualdad democrática y la igualdad comunista
Jober Rocha
Según algunos autores, erróneamente, la desigualdad social surgió con el capitalismo, al basarse en la idea de acumulación de capital y propiedad privada. El capitalismo también fomentaría el principio de competencia y clasificaría el nivel de las personas en función del capital y el consumo. Ahora bien, desde la antigüedad clásica, pasando por la Edad Media, mucho antes de la existencia del capitalismo, por tanto, ya existían las desigualdades sociales, la acumulación de capital y las propiedades privadas.
Con la evolución política y social de la raza humana, las monarquías absolutas dejaron de existir y en su lugar surgieron las pocas monarquías constitucionales, democracias y dictaduras. Algunas monarquías constitucionales se declaran democráticas, así como algunas dictaduras comunistas se declaran repúblicas democráticas.
El hecho es que los regímenes democráticos no afirman ni se basan en la igualdad de todas las personas, sino en la igualdad de oportunidades. Los regímenes dictatoriales comunistas, por otra parte, se basan en una supuesta igualdad que, en realidad, sólo existe en las falacias y la retórica de sus teorías ideológicas.
El objetivo de este texto es explicar la utilidad de la verdadera desigualdad democrática y condenar la falaz mentira de la igualdad comunista. Para ello, presentaré a continuación, a mis queridos lectores, mi punto de vista sobre este tema.
Entre los vicios humanos - considerándolos como lo opuesto a las virtudes - el orgullo tiene la primacía de ser padre de todos los demás. Sin él los demás vicios ciertamente no habrían salido a la luz, permaneciendo hasta el día de hoy ocultos en el "caos frío y telúrico, en la infinitud del secreto cósmico de la sustancia de todas las sustancias", según versos del poeta brasileño Augusto dos Anjos (1884-1914).
Poetas y poemas a parte, el orgullo, siendo el padre de todos los vicios, sin embargo, es a su vez hijo de la desigualdad.
Si bien la gran mayoría de los seres humanos, racional y teóricamente, humanísticamente, reconoce que todos debemos ser iguales ante las leyes y que debemos tener igualdad de oportunidades, en la práctica las cosas siguen caminos diferentes.
La simple comparación, física e intelectual, entre seres humanos resalta la diferencia entre ellos (¡no me llamen racista, porque no lo soy!). Los más inteligentes, los más fuertes, los más bellos y los más aptos para determinadas funciones se dan cuenta, naturalmente, de que son mejores – de acuerdo con los valores y normas predominantes de la raza humana – mediante una simple comparación entre ellos y los demás.
Esta percepción les hace sentir orgullosos de sus méritos; mientras que produce, en otros que no tienen tales atributos en la misma proporción, sentimientos de envidia hacia el primero.
Aunque las religiones predican que todos somos hermanos e hijos del mismo Creador y que ellos son los únicos y verdaderos representantes de este padre celestial, un simple razonamiento nos lleva a imaginar que, si fuera el deseo del mismo Creador – el único que puede hacerlo todo – esto, ciertamente, nos habría hecho a todos con idénticas características físicas e intelectuales, igualmente bellos y con las mismas capacidades.
Algunos sostienen que el Creador habría sido más coherente con nuestra razón práctica si nos hubiera hecho nacer iguales en el momento de nuestra creación - es decir, todos idénticos, física e intelectualmente - y, a partir de ahí, aprovecharnos de las desiguales oportunidades que la vida nos ofrece en cualquier parte del planeta; en lugar de imaginar, como defiende teóricamente nuestra razón pura e ingenua, que, habiendo nacido todos desiguales por deseo del Creador, deberíamos tener iguales oportunidades y estar sujetos a una misma ley, de alcance universal.
Esta forma de ver el mundo, concebida por nuestra razón pura, tiene mucho que ver con lo descrito en la 'Genealogía de la moral' del filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844-1900).
Según Nietzsche, “ a lo largo de miles de años de madurez, las clases más débiles de la sociedad acabaron haciendo prevalecer, principalmente a través de la implantación de la religión cristiana, un nuevo concepto de moralidad que les beneficiaría, en la medida en que tal concepto, estableciendo como virtudes a perseguir por los seres humanos, algunas características que no privilegiarían a las clases más fuertes (que, como tales, serían las que deberían imponer su moral a las clases más débiles), terminaron sometiendo a los individuos de las clases dominantes (teóricamente más fuertes, más inteligentes y más capaces), a través de conceptos de orden espiritual, firmemente establecidos, hasta el dominio de los más débiles cuyos valores comenzaron a anular los de los primeros. Por ejemplo: El dominador, ya sea por su fuerza, inteligencia o habilidad, pasó, a través de este proceso, a ser poseedor de todos esos sentimientos morales que hoy consideramos vicios, pero que en el pasado siempre fueron naturales del más fuerte debido a su poder (considerando, hasta entonces, la ausencia de preocupaciones Metafísicas; como, por ejemplo, la creencia en otra existencia después de la muerte)”.
“Los dominados, más débiles por no poseer los atributos de los más fuertes, lograron, por oposición, pasar a ser considerados poseedores de virtudes, establecidas desde una perspectiva espiritual-religiosa, que les beneficiarían convenientemente”.
Véase, por ejemplo, la conversión de patricios de la nobleza romana y de innumerables emperadores al cristianismo, adoptando sus principios. De la misma manera, recordemos que durante las Cruzadas, o incluso en otras ocasiones de la historia, innumerables nobles, incluidos reyes y príncipes, donaron bienes a la iglesia y continuaron en busca de Tierra Santa u otros objetivos, para redimirse de sus innumerables pecados, pecados que la iglesia les atribuyó.
A lo largo de la historia, los gobernantes, por sus predicados y su capacidad de dominar a personas y pueblos, siempre han sido muy orgullosos, vanidosos, codiciosos, desleales, arrogantes, maliciosos, violentos, enojados, etc.
Los dominados - más débiles - al lograr a través de la religión transformar tales sentimientos en vicios a combatir y establecer conceptos para otros sentimientos (las virtudes conocidas), éstos a perseguir, buscaban cambiar el eje de la cuestión moral, de modo a poder quitarse de encima de sus cabezas el peso de la espada que los sometía a las acciones realizadas por los dominadores más fuertes.
Jean Jacques Rousseau (1712-1778), en el siglo XVIII, fue uno de los primeros pensadores en discutir los orígenes de la propiedad privada, las leyes, los gobernantes y los tiranos, lo que le valió innumerables persecuciones, tanto por parte de católicos como de protestantes. Sus escritos fueron considerados subversivos y, en varias ocasiones, tuvo que huir de la ciudad donde se encontraba para evitar ser detenido. En su 'Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres', escrito en 1755, destacó: “ De la cultura de las tierras resulta necesariamente su reparto, y de la propiedad, una vez reconocida, las primeras reglas de justicia”... “Antes de que se inventaran los signos que representaban la riqueza, éstos sólo podían consistir en tierras y animales, los únicos bienes reales que los hombres podían poseer”... “Sin embargo, con el desarrollo y la expansión de las comunidades, los intereses entraron en conflicto, armándose unos contra otros. "... "Para liberar a los débiles de la opresión, contener a los ambiciosos y asegurar, a cada uno, la posesión de lo que le pertenecía, se instituyeron normas de justicia y de paz, a las que todos estaban obligados a ajustarse".. . "Así, en lugar de volver sus fuerzas contra sí mismos, se reunieron en un poder supremo que los gobernaba según leyes que protegían y defendían a todos los miembros de la asociación, repelían a los enemigos comunes y los mantenían en eterna armonía"... " Este poder supremo, sin embargo, estaba ciertamente formado por los más ricos, los más inteligentes y los más fuertes"... "De esta unión se originaron la sociedad y las leyes, que dieron nuevos obstáculos a los débiles, a los pobres y a los menos inteligentes y nuevas fuerzas para los ricos, los fuertes y los más inteligentes, destruyendo irremediablemente la libertad natural y fijando, para siempre, la ley de la propiedad y la desigualdad. De una astuta usurpación hicieron un derecho irrevocable, y, en beneficio de unos pocos ambiciosos, sometieron a todo el género humano al trabajo, la servidumbre y la miseria para el futuro"... "Con el establecimiento de una sociedad única de esta tipo, se hizo indispensable el establecimiento de todas las demás, para enfrentar esta comunidad con fuerzas unidas, y, así, las sociedades se multiplicaron sobre la faz de la tierra"... "El pueblo, ya acostumbrado a la dependencia, al descanso y a la comodidad de la vida (y ya no pudiendo romper los grilletes que lo retenían), consintió en permitir que su servidumbre aumentara para establecer su tranquilidad: y fue de esta manera que los jefes, que se hicieron hereditarios, se acostumbraron a ver su magistratura como un bien familiar; verse a sí mismos como dueños del Estado, del que, al principio, sólo eran sus funcionarios; considerar a sus conciudadanos como sus esclavos; contarlos como ganado, en el número de cosas que les pertenecían; y considerarse iguales a los dioses y reyes de reyes”. “Si seguimos el progreso de la desigualdad en estas diferentes revoluciones, veremos que el establecimiento de la ley y del derecho de propiedad fue su primer mandato, la institución de la magistratura el segundo, y que el tercero y último fue el cambio de poder legítimo poder en poder arbitrario ... De modo que la condición de ricos y pobres fue autorizada por la primera época, la de poderosos y débiles por la segunda, y la de amo y esclavo por la tercera, que es el último grado de desigualdad, término al que finalmente llegan todos. los demás, hasta que nuevas revoluciones disuelvan completamente el gobierno o lo acerquen a la institución legítima”.
Volvamos a los vicios, después de esta breve pausa. Al afirmar que el orgullo es el padre de todos, vale la pena profundizar un poco más en el tema.
¿Qué podemos entender como siendo vicios? Los vicios se entienden comúnmente como lo opuesto a las virtudes. Aristóteles ya los definió como hábitos de conducta irracionales.
Los vicios son, sin embargo, los extremos opuestos de los sentimientos cuyo término medio es la virtud. Por ejemplo, la abstinencia y la intemperancia son vicios, mientras que la moderación es una virtud. La cobardía y la temeridad son vicios, mientras que el coraje es una virtud. El vicio puede considerarse carencia o exceso y la virtud actuaría, en este caso, como el 'Regulador Xavier' del flujo menstrual - tan presente en la los medios de comunicación en nuestra infancia - actuando para combatir el exceso y la escasez. Nótese que la virtud siempre busca contener el vicio, así como los dominados siempre buscaron contener las acciones del dominante, quien los perjudicaba y sometía.
Volviendo nuevamente al orgullo (el padre de todos los vicios), nos damos cuenta de que desde que se instaló como cabeza de familia, su descendencia no ha dejado de crecer. Como sucesores suyos vinieron la soberbia, la presunción, la vanidad, la jactancia, la petulancia, la vanagloria, la ambición, la avaricia, la codicia, la pereza, el descuido, la indolencia, el prejuicio, la superstición, la cobardía, la insensibilidad, la villanía, la indiferencia, la malevolencia, la temeridad, la libertinaje, el despilfarro, la vulgaridad, la vanidad, la ira, la burla, la timidez, la envidia, etc., ahí lo tienes.
Todos estos caracteres, reprobables a la luz de la moral cristiana actual, tuvieron, pues, su origen en el simple hecho de que, en épocas pasadas, varios ejemplos del género humano, considerándose mejores que otros, se sintieron orgullosos de este hecho y ejercieron su dominio sobre ellos. La razón práctica los llevó a adoptar tales actitudes, encaminadas a alcanzar los objetivos que se proponían.
La razón pura, adoptada por los teóricos marxistas, valiéndose del apoyo de la religión, buscó demostrar que la desigualdad existente entre los seres es sólo aparente, que todos somos hermanos e hijos de un mismo padre y que los valores que más le importan a este padre, no son los que nos mantienen desiguales, sino los que nos permiten que todos seamos iguales, es decir, las conductas virtuosas.
Por ello, la Teoría Marxista es vista por muchos (que no entienden sus falacias) como algo digno y aprovechan las elecciones en los países democráticos para elegir a un gobernante comunista, responsable de poner fin definitivamente a la democracia que le permitió llegar al poder pacíficamente, implementando, así, una dictadura comunista.
En realidad, todo régimen comunista tiene un dictador que permanece en el poder, siendo sustituido por otro en caso de su muerte o de este caer en desgracia con sus socios. Se forma una casta de burócratas que mantiene privilegios y altos ingresos, en detrimento de los trabajadores cuyos salarios son fijos.
En esta supuesta igualdad es donde reside el “talón de Aquiles” del régimen comunista. Como todos están nivelados, el mérito individual no tiene el valor que tienen los más inteligentes, los más fuertes, los más bellos, los más valientes, etc. Lo importante para ascender socialmente no son estos valores, que les permitirían utilizar sus propios méritos para mejorar sus vidas o incluso enriquecerse, sino, simplemente, el hecho de pertenecer al partido comunista (el único permitido) y estar subordinados a sus jefes.
Los regímenes dictatoriales comunistas, aunque critican a las democracias capitalistas liberales, también convirtieron sus economías en productoras de bienes de consumo capitalistas; aunque no admiten este hecho. Miremos las economías china y rusa que producen esos bienes, demandados por las poblaciones. O hacen esto o están dominados por mafias de contrabando.
Habiendo prevalecido la razón pura sobre la práctica, el hecho hizo, en teoría, preferibles las virtudes a los vicios. Sin embargo, hoy en día, con una parte tan significativa de la humanidad, especialmente los políticos, dedicándose a tiempo completo a la práctica de estos últimos, todavía, no podemos decir con total certeza quién será el gran ganador de esta lucha.
La ley en sí, que se espera aplique por igual a todos, no se aplica en la mayoría de los países. Las oportunidades tampoco son iguales, ya que quienes tienen más, sea lo que sea, tienen mayores oportunidades que quienes tienen menos.
Desde la perspectiva del 'Nuevo Orden Mundial' (en el que algunas élites mundiales pretenden establecer un gobierno único en el planeta, según algunos autores), las virtudes deben ser reemplazadas paulatinamente por los vicios; Este hecho ya se ha observado en los medios de comunicación, que publicitan vicios (como la traición, el egoísmo, la cobardía, la ambición, la vanidad, la ira, el libertinaje, etc.) considerándolos como hechos normales o incluso fomentándolos. Con esta nueva genealogía de la moral, se pretende debilitar a la familia (y en consecuencia el sentimiento de patriotismo) y a la religión (que predica la igualdad), lo que facilitaría al rebaño humano ir a donde quieran estas élites. En este sentido, tras la implementación de este 'Nuevo Orden', las desigualdades deberían aumentar o, como parece ser el objetivo de estas élites, volver a ser como eran en el pasado, cuando prevalecía la razón práctica. Además, algunos estudiosos afirman que el 'Nuevo Orden' pretende mantener, por medios legales o no, la población mundial fijada en unos seis mil millones de seres humanos, cifra que consideran ideal, debido a los recursos naturales renovables y no renovables. renovable. Por otro lado, cuando hablamos de progreso con justicia social, pretendemos, por nosotros mismos e ideológicamente, anular una de las características que nos dio el Creador, que fue la desigualdad, ya sea racial, física, intelectual o financiera (esta última una consecuencia de los tres primeros). No es nuestro objetivo hacer un juicio de valor sobre los criterios considerados por el Creador para su creación, sino sólo verificarlos.
Los más favorables a esta forma de progreso son, evidentemente, los más débiles, los dominados. Quienes se oponen son, en su totalidad, los más fuertes, los dominantes.
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